viernes, 22 de mayo de 2020

¿Es injusta la redistribución de la riqueza? Una respuesta a Juan Ramón Rallo


  En una ponencia suya organizada por Students For Liberty Alicante, en colaboración con la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Alicante, el economista Juan Ramón Rallo defenderá que la redistribución del ingreso es en sí misma injusta.



Lo central que sostiene Rallo básicamente se reduce a esto:

El Estado no tiene autoridad política: no está legitimado para actuar de manera distinta a como estamos capacitados los individuos para actuar.
Y los individuos deben actuar siguiendo los principios del liberalismo: favorecer la libertad, mantener la propiedad y basarse en la autonomía contractual.

Así, en cuanto a la distribución de los bienes en la sociedad, el liberalismo adopta la visión procedimentalista de la justicia social: si todo el procedimiento o cadena de transacciones que ha llevado a la distribución es justa, la distribución también lo es.

De eso se deduce que redistribuir a través de coacción es injusto.
Aunque es buena la redistribución voluntaria porque es bueno ayudar al otro.
Pero dice que no todo lo bueno tiene que ser obligatorio ni todo lo malo tiene que ser prohibido.
Y que incluso, no todos concordamos en qué es lo bueno y qué es lo malo (incluso en moral), cada cual puede decidir siguiendo sus propios intereses para realizar los propios fines que considere conveniente.

Eso es, pues, lo que sostiene.

Ahora, toda ésta visión está completamente errada. Porque el análisis parte presuponiendo el liberalismo, que muy acertadamente condena León XIII en Libertas praestantissimum.
(Y sí, yo presupongo el catolicismo. Pero por lo menos mi presupuesto es la Verdad misma).

Parte de una pésima antropología: el hombre es un ser enteramente libre que puede hacer lo que quiera, tanto lo bueno como lo malo siempre y cuando "no dañe a otros" (Principio de no agresión). Es libre, y por tanto no es lícito que le prohíban hacer lo que quiera, aunque eso que quiera sea inmoral.

Una visión errada porque el hombre tiene una ley natural a la que debe seguir y de la que no es lícito apartarse. En eso, el hombre no tiene derecho a hacer el mal (ej: drogarse, que menciona J.R. Rallo), porque no tiene derecho a autodegradarse.

Después: tiene una idea puramente material del hombre; los intereses de los hombres son variados y se reducen a esta vida.

Falso también. Porque el hombre tiene un fin último, la felicidad/la bienaventuranza, a la que está llamada. Por lo que sus fines contingentes han de someterse a su fin trascendente.

A esto se suma que los tres principios no son del todo correctos.
Sobre la propiedad, dice que es un derecho absoluto. Pero no es así, el único que tiene derecho absoluto de la propiedad es Dios, quien lo da a los hombres para que lo administren y gocen de la propiedad.
Y en esto que lo dio a la humanidad entera, para que todo gocen de ella.
Pero desde su concepción liberal, no reconoce una obligación moral en conciencia del socorrer al prójimo en sus necesidades. Sí, menciona que el derecho a la vida está por el de propiedad y en eso un necesitado puede hurtar para no morir de hambre. Pero también dice que el necesitado igualmente tiene que indemnizar de algún modo, por lo que implícitamente no está reconociendo ningún deber moral para con el prójimo.
Es decir, el hambriento puede hurtar para vivir pero aun así está obligado a indemnizar; el que más bienes tiene no tiene ninguna obligación moral de asistir al necesitado, por lo que cualquier perjuro a su propiedad debe ser indemnizado.

Como parte de esas tres cosas erradas (ignorar el fin trascendente del hombre; pensar que tiene derecho a hacer lo que quiera, incluso lo inmoral; los derechos principios absolutos del liberalismo), tiene en consecuencia una visión errada del fin de la ley y de la sociedad civil.

Sostiene: La ley no debe prohibir lo que es malo ni debe mandar lo que es bueno, porque de todas formas no todos coincidimos sobre lo que es bueno o malo, no hay que pretender tener la verdad absoluta.

Primero: eso es autocontradictorio. Porque para empezar, el mismo liberalismo sostiene una moral sobre lo que es bueno y malo, simplemente que de forma minimalista considera lo malo como la violación a los 3 derechos naturales, y todos los demás actos los deja neutrales; no los considera malos.
Pero ahí ya hay un tipo de moral que se quiere imponer, y que se pretenda que sea la moral reguladora de la sociedad.
Entonces, todos tenemos una moral, y necesariamente hay una moral verdadera. Y como lo hay, puede ser conocida.
Y ésta moral es la moral cristiana.

Segundo: porque como parte de esa mala moral ignorando la verdadera moral cristiana, su concepción no se sigue. Porque supone que la ley solo está para resguardar esos tres derechos naturales para que los miembros de la sociedad puedan cumplir sus intereses para fines hedonistas.
Como bien nos dice Santo Tomás de Aquino, la ley (sea cual sea) es la norma de la razón que le dice cómo actuar para llegar a un determinado fin.
En eso que el hombre tiene una ley moral-natural que debe cumplir para llegar a su fin último: la bienaventuranza. Por lo que toda ley busca hacer buenos a los hombres, y se hacen éstos buenos sometiéndose a la ley, que regia la razón.

Y toda ley positiva se deriva de la ley natural.
Por lo que la sociedad política, constituida para el bien de los hombres, también debe tender no solo al bien material sino también al espiritual.
Y en esto que la ley positiva busca hacer buenos a los hombres prescribiendo los actos virtuosos y prohibiendo los viciosos.
Así que es falso lo que dice el señor Rallo. La ley sí puede mandar lo que es bueno y sí puede prohibir lo que es malo.
Porque de hecho, la penalización de actos que violan los tres derechos naturales se basa en que son actos malos, viciosos; y por tanto, dignos de reprensión.
Simplemente que lo "malo" no se limita al principio de no agresión, sino que va más allá. Emborracharse, drogarse, mutilarse, sodomizar, etc, son actos malos que la ley puede penalizar.

Con ese establecido, es claro que la ley SÍ puede prescribir actos virtuosos, como establecer contribuciones para que recursos vayan de los sectores más estables y ricos a los menos estables y más desfavorecidos. Y la ley sí puede hacer eso porque existe una obligación moral ineludible de que los que más tienen asistan a los que menos tienen; y la ley puede hacer cumplir eso por la redistribución.
Y eso no es injusticia, sino precisamente cumplimiento de la justicia. Injusticia sería que el que tiene bienes no asista con ellos a los que necesita (Ejemplo de eso, la parábola del pobre Lázaro y el rico epulón).
Podrá objetarse: "Pero no se puede hacer bueno a alguien mediante la coerción. Mejor inducirlo voluntariamente".
Y eso ya lo responde Santo Tomás de Aquino (Suma Teológica, Parte I-II, c. 95, a. 1, r. 1).
La ley sirve como disciplina, que a veces es necesaria para alcanzar la virtud. Por otro lado, el problema no son los que tienen más aptitud para la virtud, sino los predispuestos para el vicio. Y éstos solo por la coerción pueden ser movidos a la virtud.
Si todo se solucionara voluntariamente, simplemente no habría pobreza, ni indigencia ni necesitados.