Los cristianos primitivos no se centraban en la vida del alma inmediatamente después de la muerte física, sino que tenían sus miras puestas en la resurrección, como lo hace el Nuevo Testamento. Y esto se explica porque el destino del alma no es estar eternamente en su estado actual, sino volver a unirse al cuerpo y gozar de la vida eterna como Persona.
Lo mismo podemos decir de Jesús: Jesús, al morir, no dejó de existir, sino que su alma descendió al Sheol y fue a predicar a los espíritus encarcelados. Sin embargo, tal detalle suele escaparse y nos solemos centrar solo en la muerte y la resurrección, y esto es porque el destino de Cristo no era el quedarse en el Sheol, sino resucitar gloriosamente. Y eso era lo que esperaban los cristianos.
Desde ya, ellos ya sabían que el espíritu no moría, la parábola de Lázaro y el rico deja claro esta verdad.
Para los cristianos primitivos "vida eterna" "incorruptibilidad" solo la tenían los justos y no los injustos, y no porque las almas de los injustos dejaran de existir, sino porque solo en Dios hay verdadera vida. Por eso los vemos diciendo que unos irán a la vida eterna y otros al castigo eterno; y por eso San Pablo dice que estábamos muertos en nuestros pecados, pero que fuimos vivificados en Cristo. Obviamente, quienes van al castigo tienen un alma que vive, pero la suya no es vida, puesto que están separados de Dios. He ahí el motivo por el cual la Iglesia llama "miembros vivos" a aquellos católicos que están en gracia de Dios y "miembros muertos" a aquellos que no lo están.
Veían la muerte como un descanso: el cuerpo quedaba inanimado, y parecía como dormido; el alma, mientras tanto iba a descansar a Dios. Y descansaban hasta la resurrección, cuando serían revestidos de inmortalidad e incorruptibilidad tanto en sus cuerpos como en sus almas.
Todo esto es completamente compatible con la doctrina cristiana, así que, de antemano ya voy diciendo: citar a los cristianos primitivos y decir "¿Ves? ellos decían que Jesús les daba vida eterna y que estarían dormidos" no niega en nada la inmortalidad del alma (entendida como continuación de la existencia del alma, y no a la vida en Dios).
Pero debido a esto, al centrarse en la resurrección de los muertos, es que empezaron a surgir dudas en torno a varias cuestiones: ¿qué pasa con el alma cuando deja el cuerpo? ¿es el alma inmortal? ¿es inmortal por naturaleza o por gracia de Dios? ¿cómo pueden seguir existiendo las almas de los injustos si Dios otorga la inmortalidad? ¿gozan ya de la visión beatífica?
Y en estas dudas que surgieron, que fueron respondidas con el curso del tiempo, se explica el motivo por el cual hubo algunos cristianos primitivos que llegaron a negar la inmortalidad del alma o no la comprendieron bien.
Ahora sí, pasemos a ver lo que decían los cristianos primitivos, empezando desde los más cercanos a los más antiguos. Aunque creo que no hace falta nombrar a los de los siglos IV y III, porque es muy obvio que creían en la inmortalidad del alma.
Tertuliano (160-220).
Apologista del norte de África, más precisamente de Cartago, que escribió cerca del año 200, aunque terminó como hereje montanista, aunque más que herejía, era un movimiento cismático. Según San Agustín, Tertuliano volvió al seno de la Iglesia antes de morir.En su tratado Sobre la resurrección de la carne, Tertuliano dice:
"Al dejar su cuerpo, nadie va inmediatamente a vivir a la presencia del Señor, excepto por la prerrogativa del martirio, pues entonces adquiere una morada en el paraíso, no en las regiones inferiores”
En el capítulo 3 de la misma obra, dice:
"Sin duda, uno puede ser sabio en las cosas de Dios, incluso de sus poderes naturales, pero solo en testimonio de la verdad, no en el mantenimiento del error; (solo) cuando uno actúa de acuerdo con, no en oposición a, la dispensación divina. Porque algunas cosas son conocidas incluso por la naturaleza: la inmortalidad del alma, por ejemplo, es sostenida por muchos; El conocimiento de nuestro Dios es poseído por todos. Puedo usar, por lo tanto, la opinión de un Platón, cuando él declara: "Toda alma es inmortal"."
En el capítulo 17, dice:
"El caso de Lázaro demuestra que las almas son ahora susceptibles de tormento y de bendición en el Hades, aunque están sin cuerpo y, a pesar de su destierro de la carne."
En el 34, dice:
"Sin embargo, nosotros entendemos la inmortalidad del alma como para creerla "perdida", no en el sentido de destrucción, sino de castigo, es decir, en el infierno. Y si este es el caso, entonces no es el alma a la que afectará la salvación, ya que está "segura" en su propia naturaleza por su inmortalidad, sino más bien la carne, que, como todo lo permite, está sujeta a destrucción. De lo contrario, si el alma también es perecedera (en este sentido), en otras palabras, no es inmortal"
En el 35, dice:
"Pero también nos enseña que "es más bien que se le teme, que puede destruir tanto el cuerpo como el alma en el infierno", es decir, solo el Señor; "No aquellos que matan al cuerpo, pero no son capaces de dañar al alma. Aquí, entonces, tenemos un reconocimiento de la inmortalidad natural del alma, que no puede ser asesinada por los hombres; y de la mortalidad del cuerpo, que puede ser matada: de donde aprendemos que la resurrección de los muertos es una resurrección de la carne; porque a menos que se levantara de nuevo, sería imposible que la carne fuera "muerta en el infierno"."
En su Tratado sobre el alma, capítulo 51, dice:
"La verdad es que el alma es indivisible, porque es inmortal; (y este hecho) nos obliga a creer que la muerte en sí misma es un proceso indivisible, que se acumula indivisiblemente para el alma, no precisamente porque es inmortal, sino porque es indivisible."
En definitiva, ya sabemos lo que creía Tertuliano.
San Ireneo de Lyon (140-202).
Ireneo escribe su monumental obra Contra los herejes en los años 180, y en ella, cuando refuta a los que sostienen la reencarnación, nos muestra que creía en la inmortalidad del alma:"De modo muy completo el Señor enseñó que no se conservan las almas pasando de cuerpo en cuerpo; sino también que ellas conservan la personalidad del cuerpo para el cual fueron hechas, y se acuerdan de las obras que acá realizaron o dejaron de realizar. Cuando relata lo que está escrito acerca del rico y de Lázaro que descansaba en el seno de Abraham, dice que el rico, después de la muerte, reconoció a Lázaro y a Abraham y recordó el puesto que cada uno de ellos había tenido, y le rogó que enviara en su auxilio a Lázaro, al que no había querido hacer participar de su mesa; y luego la respuesta de Abraham, que no sólo sabía lo que él era, sino también el rico; y que más les servía escuchar a Moisés y a los profetas que recibir el anuncio de algún resucitado de la muerte, a aquellos que no quisieran llegar a aquel lugar de castigo. Con estas palabras claramente enseñó que las almas siguen viviendo, no que pasan de cuerpo en cuerpo, y que retienen su personalidad humana a tal punto que pueden ser reconocidas y acordarse de lo que acá sucede; y también el espíritu profético de Abraham, y cómo cada persona recibe el estado que merece, incluso antes del juicio."
Sin embargo, en lo siguiente, San Ireneo dice que las almas son inmortales no por naturaleza, sino por voluntad de Dios, y en esto han querido ver que San Ireneo negaba la inmortalidad del alma. Pero la realidad es que él dice lo mismo que la doctrina católica, solo que de forma diferente: las almas son inmortales porque Dios las ha creado con tal naturaleza inmortal, si es voluntad de Dios, él las puede destruir. Pero es su voluntad que permanezcan inmortales:
"Así como el cuerpo animado no es él mismo el alma, sino que participa del alma mientras Dios lo quiera, así también el alma no es la vida misma, sino que participa de la vida que Dios ha querido concederle. Por eso la palabra profética dice acerca del primer hombre plasmado: <<Fue hecho alma viviente>> (Gén 2,7). Con esto nos enseñó que el alma vive al participar de la vida, de modo que una cosa se entiende por alma y otra por vida. Es, pues, Dios quien otorga la vida y la duración perpetua; le es posible conceder esa vida perpetua a almas que antes no existían, si Dios quiere que existan y que sigan viviendo. En efecto, la voluntad de Dios debe gobernar y dirigir todas las cosas: todo lo demás le está sometido y existe para su servicio. Basta por ahora acerca de la creación del alma y de su duración perpetua."
En cualquier caso, vemos, por lo visto anteriormente, que San Ireneo de Lyon creía que luego de la muerte física el alma seguía viviendo
Teófilo de Antioquía.
Teófilo fue el sexto obispo de dicha ciudad, escribió una obra en tres libros titulada "A Autólico", y murió en el año 183.Los negadores de la inmortalidad del alma sacan a relucir tres simples citas de Teófilo para hacer ver que él no creía en la vida después de la muerte, igual que ellos.
La primera cita en cuestión está tomada del primer libro de A Autólico, del capítulo 6, y dice:
"Cuando tú hayas salido de lo mortal, y puesto en incorrupción, entonces tú verás a Dios válidamente. Pues Dios levantará tu carne inmortal con tu alma, y entonces, habiendote hecho inmortal, tú verás al Inmortal, si ahora tú crees en Él; y entonces tú sabrás que tú has hablado injustamente contra Él."
La segunda, del libro segundo, capítulo 27:
"Pues si Él lo hubiera hecho a él inmortal desde el comienzo, Él lo habría hecho a él Dios… así que si él se inclinara a las cosas de la inmortalidad, guardando los mandamientos de Dios, él recibiría como recompensa de Él la inmortalidad, y se convertiría en Dios… Pues Dios nos ha dado a nosotros una ley y santos mandamientos; y cada uno que guarda estos puede ser salvado, y, obteniendo la resurrección, puede heredar la incorrupción."
La tercera, del libro segundo también, pero del capítulo 34:
"Pero Dios al final, el Padre y Creador del universo no abandonó a la humanidad, sino que dio una ley, y envió santos profetas a declarar y a enseñar a la raza de los hombres que cada uno de nosotros podía despertar y entender que hay un Dios. Y ellos también nos enseñaron a nosotros a refrenarnos de injusta idolatría, y adulterio, y homicidio, fornicación, hurto, avaricia, falso testimonio, ira, y toda incontinencia e inmundicia; y que lo que quiera que un hombre no desee que se le haga a él mismo, él no lo haga a otro; y de esta forma quien actúa correctamente escapará de los castigos eternos, y será considerado digno de la vida eterna de Dios."
Para empezar, es gracioso que quienes arguyan a Teófilo sean los mismos que niegan la Trinidad, siendo que él fue el primero en utilizar el término "Trinitas". En fin.
Volviendo con lo que nos compete, el mismo Teófilo muestra que cree en la inmortalidad del alma:
"Y los escritores que hablaron de una multiplicidad de dioses llegaron extensamente a la doctrina de la unidad de Dios, y aquellos que afirmaron el azar también hablaron de la providencia; y los defensores de la impunidad confesaron que habría un juicio, y aquellos que negaron que haya una sensación después de la muerte reconocieron que existe. De acuerdo con lo anterior, aunque había dicho, "como una visión fugaz pasó el alma", dice en otro lugar: - 'A Hades fue el alma incorpórea'" (Libro 2, capítulo 38).
Demos el contexto, para que se entienda. El capítulo 38 se refiere a cómo los filósofos griegos llegaron a las creencias de los profetas hebreos. Así, que viene a decir que los filósofos llegaron a la existencia de un solo Dios, llegaron a la existencia la la providencia divina, llegaron a la existencia de un juicio, y llegaron a la existencia de la vida después de la muerte. Esto debería ser suficiente para mostrar que es absurdo alegar a Teófilo en favor de la mortalidad del alma. Pero sigamos.
En el mismo libro segundo, capítulo 19, dice:
"Dios, habiendo completado así los cielos, y la tierra, y el mar, y todos los que están en ellos, en el sexto día, descansó en el séptimo día de todas sus obras que hizo [...] "(Teófilo está citando la Escritura) y Dios hizo al hombre del polvo de la tierra, y sopló Su rostro es el aliento de la vida, y el hombre se convirtió en un alma viviente". De donde también la mayoría de las personas llaman al alma inmortal."
Ahora, aquí viene el capítulo 27, que citan de forma malintencionada, pues no lo citan completo. Teófilo, es cierto, dice que el hombre por naturaleza no es inmortal. Pero también está diciendo que el hombre por naturaleza no es mortal. Además, él está hablando del hombre, que es un compuesto de cuerpo y alma; no está hablando del alma. Lo cual muestra lo tendencioso que son al citarlo. El hombre muere, así que por naturaleza no es inmortal, y en eso coincidimos con Teófilo. Por lo que no está apoyando en nada a los negadores de la inmortalidad del alma.
Acá el capítulo completo:
"Pero alguien nos dirá: ¿Fue mortal el hombre por naturaleza? Ciertamente no. ¿Era él, entonces, inmortal? Tampoco afirmamos esto. Pero uno dirá: ¿Era, entonces, nada? Ni siquiera esto golpea la marca. No fue por naturaleza ni mortal ni inmortal. Porque si lo hubiera hecho inmortal desde el principio, lo habría hecho Dios. Nuevamente, si Él lo hubiera hecho mortal, Dios parecería ser la causa de su muerte. Ni, entonces, lo inmortal ni lo mortal lo hizo, pero, como hemos dicho anteriormente, capaz de ambos; de modo que si él se inclinara hacia las cosas de la inmortalidad, guardando el mandamiento de Dios, debería recibir como recompensa de Él la inmortalidad, y llegar a ser Dios; pero si, por otro lado, debería recurrir a las cosas de la muerte, desobedeciendo a Dios, él mismo debería ser la causa de la muerte para sí mismo. Porque Dios hizo al hombre libre, y con poder sobre sí mismo. Eso, entonces, que el hombre trajo sobre sí mismo por descuido y desobediencia, este Dios ahora le responde como un regalo a través de su propia filantropía y compasión, cuando los hombres lo obedecen. Porque como el hombre, desobedeciendo, atrajo la muerte sobre sí mismo; así, obedeciendo la voluntad de Dios, el que desea es capaz de procurar la vida eterna. Porque Dios nos ha dado una ley y santos mandamientos; y todos los que las guardan pueden ser salvados y, al obtener la resurrección, pueden heredar la incorrupción."
Teófilo, en esto, es ortodoxo. El hombre (compuesto de alma y cuerpo) no es inmortal porque se alejó de Dios. Sin embargo, si guarda sus mandamientos, puede obtener la resurrección (la unión de cuerpo y alma) y así heredar la incorrupción (vivir eternamente como hombre, con el cuerpo y el alma juntos).
Ahora, con la cita del capítulo 34, no hay ningún inconveniente. Vida eterna tienen los justos, no los injustos. Tal cosa no niega la inmortalidad del alma, misma que Teófilo a aceptado explícitamente.
Y lo mismo con el Libro primero, capítulo 6. Simplemente dice que seremos inmortales luego de la resurrección, porque ahí estarán unidos nuestro cuerpo y alma con el don de la inmortalidad, al contrario de ahora, que estando unidas igual se separan. Seremos inmortales porque nuestro cuerpo y alma no se volverán a separar y estarán en Dios, no porque nuestra alma haya dejado de existir.
Atenágoras de Atenas.
Fue un apologista griego, que cerca del año 177 escribió su obra Legado a favor de los cristianos, escrita para el Emperador Marco Aurelio. En ella busca refutar las acusaciones que se hacen contra ellos y explicar la fe cristiana.Es interesante que algunos negadores de la inmortalidad del alma, como los testigos de Jehová, citen a Atenágoras para mostrar que él creía que el alma era mortal, porque se ve que citan lo que les conviene, ya que Atenágoras era trinitario.
En el capítulo XII, dice:
"Además, hombres que conciben esta vida como: “Comamos y bebamos, que mañana moriremos”, ven la muerte como un sueño y un olvido profundo: “El sueño y la muerte son hermanos gemelos” (Homero, Ilíada XIV, 231; XVI 672), ¡y son tenidos por piadosos! Hay hombres en cambio, que tienen la presente vida en mínima estima, y que se guían por el solo deseo de conocer al Dios verdadero y a su Verbo..."
No dice explícitamente que hay vida después de la muerte, sin embargo por su forma de expresarse parece contraponer a aquellos que creen que solo existe esta vida terrena y luego la inexistencia, y aquellos que creen que existe la vida presente y la futura. Parecería que para Atenágoras la muerte no es un sueño profundo.
En el capítulo XXXI, dice:
"Porque si creyéramos que no hemos de vivir más que la vida presente, cabría sospecha que pecáramos sometidos a la servidumbre de la carne y de la sangre, o dominados por el lucro y el deseo; pero como sabemos que Dios vigila nuestros pensamientos y nuestras palabras de noche como de día, y que Él es todo luz y mira aún dentro de nuestro corazón; estando seguros que, salidos de esta vida, viviremos otra mejor, en el cielo no en la tierra, con la condición que permanezcamos junto a Dios y con Dios, liberados de toda debilidad y de toda pasión, y ya no seremos más carnales, aunque conservemos nuestro cuerpo carnal, sino espíritus celestiales; pero si por el contrario, caemos con los demás nos espera una vida peor en el fuego -porque Dios no nos creó como rebaños o bestias de carga, de paso, sólo para morir y desaparecer (cf. Mt 25,31-45)-; no es lógico entonces que nos entreguemos voluntariamente al mal y nos arrojemos a nosotros mismos en manos del Gran Juez para ser castigados."
Por lo dicho aquí, se puede ver que creía que luego de esta vida física hay otra vida. Aunque por el "aunque conservemos nuestro cuerpo carnal" pareciera que se refiere a la vida luego de la resurrección.
En el capítulo XXXVI, dice:
"Lo verosímil, más bien, es lo contrario, que quienes piensan que ni habrá que dar cuenta de esta vida, lo mismo si es buena que mala, y que no habrá resurrección; sino que opinan que con el cuerpo perece también el alma y viene como a apagarse; natural es, decimos, que ésos no se abstengan de atrevimiento alguno; en cambio, los que creen que nada ha de quedar sin examinar delante de Dios y que junto con el alma ha de ser castigado el cuerpo que cooperó a sus apetitos y deseos irracionales, ésos, no hay razón alguna para que cometan el más leve pecado."
Creo que con esto se puede concluir que para Atenágoras el alma no perece con el cuerpo, sino que sigue viviendo, y en la resurrección se unirá con el cuerpo, y alma y cuerpo serán castigados.
Melitón de Sardes.
Fue obispo y se cree que murió cerca del año 180. De sus obras solo se conservan fragmentos, y destacan una Apología a Marco Aurelio y una Homilía de Pascua. En éste último escrito, han querido ver que Melitón negaba la inmortalidad del alma:"Él mató a la muerte que había puesto al hombre en muerte" (Homilía de Pascua, 66).
Sin embargo, tal cita no prueba nada. Simplemente dice que Cristo destruyó el pecado que hizo que el hombre muriera. Es lo mismo que dice San Pablo en Romanos 5,12: "Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron".
Y es que, efectivamente, por el pecado el hombre perdió los dones preternaturales. Así, el HOMBRE (entiéndase bien: el hombre, no el alma. El hombre es un compuesto de cuerpo y alma) muere.
Ahora, el mismo Melitón de Sardes escribió, en su discurso a Marco Aurelio:
"Por lo cual te aconsejo que te conozcas a ti mismo, y que conozcas a Dios. Para que entiendas cómo está dentro de ti lo que se llama el alma, por lo que el ojo ve, por él oye el oído, por él habla la boca, y cómo hace uso de todo el cuerpo, y cómo , siempre que Él quiera quitar el alma del cuerpo, esto se decae y perece. De esto, por lo tanto, que existe dentro de ti mismo y es invisible, comprende cómo Dios también mueve el todo por Su poder, como el cuerpo, y eso, cada vez que le agrada retirar su poder, también el mundo entero, como el cuerpo, caerá para decaer y perecerá."
Como se ve, lo que decae y perece es el cuerpo, al serle quitada el alma. No hay nada que haga pensar que para él el alma también perecía. También decía:
"Pero, ¿por qué se hizo este mundo, por qué desaparece, por qué existe el cuerpo, por qué cae en descomposición y por qué continúa, no puedes saber hasta que hayas levantado la cabeza de este sueño en el que estás hundido? y has abierto tus ojos y has visto que Dios es Uno, el Señor de todos, y has venido a servirle con todo tu corazón. Entonces, Él te concederá que conozcas su voluntad: para cada uno que está separado del conocimiento del Dios vivo está muerto y enterrado incluso mientras está en su cuerpo. Por eso es que te hundes en el suelo ante los demonios y las sombras, y pides peticiones vanas de lo que no tiene nada que dar. Pero tú, levántate de entre los que yacen sobre la tierra y acarician piedras, y da su sustancia como alimento para el fuego, y ofrece sus vestiduras a los ídolos, y; mientras que ellos mismos poseen sentidos, están dispuestos a servir lo que no tiene sensación; y ofrezca por su alma imperecedera peticiones que lo que no decae, a Dios que no sufre decadencia, y tu libertad será evidente de inmediato; y cuídalo, y da gracias a Dios que te hizo y te dio la mente de lo libre, para que puedas moldear tu conducta de la misma manera que lo harás. Él ha puesto delante de ti todas estas cosas, y te muestra que, si sigues el mal, serás condenado por tus malas acciones; pero eso, si después de la bondad, recibirás de Él abundantes bienes, junto con la vida inmortal para siempre."
Y también:
"El cuerpo , que es visible y corruptible, estará delante de Él para siempre, dotado de vida y conocimiento, y tus obras serán para ti riquezas inagotables y posesiones infalibles."
"El cuerpo , que es visible y corruptible, estará delante de Él para siempre, dotado de vida y conocimiento, y tus obras serán para ti riquezas inagotables y posesiones infalibles."
Por lo que alguien "vivo" es alguien que está en gracia de Dios, independientemente de si existe como persona (cuerpo y alma unidas) o como espíritu. Lo que se descompone es el cuerpo, no el alma. Así, mientras el cuerpo es corruptible y visible, el ama es invisible e incorruptible, y en la resurrección se unirán y se gozará de vida eterna.
San Justino Mártir
Fue un apologista griego martirizado en el año 165. De él se conservan su Apología y su Diágolo con Trifón. De éste último han querido hacer ver que Justino negaba la inmortalidad del alma, en base a esto que dice:"Pues yo escojo seguir no a hombres o a doctrinas de hombres, sino a Dios y las doctrinas entregadas por Él. Pues si ustedes han caído con algunos que son llamados cristianos, pero que no admiten esta verdad, y se aventuran a blasfemar del Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob; aquellos que dicen que no hay resurrección de los muertos, y que sus almas, cuando ellos mueren, son llevadas al cielo; no imaginen que ellos son cristianos" (Diálogo. Capítulo 80).
Ya conocemos el dicho: un texto sacado de contexto es un pretexto.
Veamos cómo San Justino sí creía en la inmortalidad del alma.
"[Pregunta Trifón]... ¿El alma ve a Dios mientras esté en el cuerpo, o después de que haya sido removido de él?
[Responde Justino] Mientras esté en la forma de un hombre, es posible que lo logre por medio de la mente, pero especialmente cuando se ha librado del cuerpo y al estar separado por sí mismo, se vuelve posesión de lo que era continuamente y completamente amar." (Diálogo. Capítulo 4).
En el capítulo 5, Trifón y Justino hablan sobre la inmortalidad del alma:
"[Dice Trifón] Pero no digo, en verdad, que todas las almas mueran; porque eso fue verdaderamente una buena fortuna para el mal. ¿Entonces qué? Las almas de los piadosos permanecen en un lugar mejor, mientras que las de los injustos y los malvados están en el peor de los casos, esperando el momento del juicio. Por lo tanto, algunos que parecen dignos de Dios nunca mueren, pero otros son castigados mientras Dios quiera que existan y sean castigados.
[Dice Justino] Es lo que dices, entonces, de una naturaleza similar a la que Platón en Timoeus da a entender sobre el mundo, cuando dice que sí está sujeto a decaimiento, en la medida en que fue creado, pero que no se disolverá ni reunirse con el destino de la muerte a causa de la voluntad de Dios? ¿Le parece que lo mismo se puede decir del alma y, en general, de todas las cosas? Por lo que existe después de Dios, o existirá en cualquier momento, estos tienen la naturaleza de la decadencia, y son los que pueden ser borrados y dejar de existir, porque solo Dios es no engendrado e incorruptible, y por lo tanto Él es Dios, pero todas las otras cosas después de Él son creadas y corruptibles. Por esta razón, tanto las almas mueren y son castigados."
En el capítulo 6, responde Trifón:
"'No me importa,' dijo él, 'si Platón o Pitágoras, o, en resumen, cualquier otro hombre sostuvo tales opiniones. Porque la verdad es así, y usted lo percibiría de esto. El alma ciertamente es o tiene vida. Si, entonces, es vida, causaría algo más, y no a sí mismo, a vivir, incluso como el movimiento movería algo más que a sí mismo. Ahora, que el alma vive, nadie lo negaría. Pero si vive , no vive como siendo vida, sino como participante de la vida, sino que lo que participa de cualquier cosa, es diferente de aquello de lo que sí participa. Ahora el alma participa de la vida, ya que Dios quiere que viva. Así, entonces, ni siquiera participará [de la vida] cuando Dios no lo quiera vivir, porque vivir no es su atributo, como lo es de Dios, sino que un hombre no vive siempre, y el alma no está para siempre unida a la vida.cuerpo, ya que, siempre que esta armonía debe romperse, el alma abandona el cuerpo y el hombre ya no existe, incluso cuando el alma debe dejar de existir, el espíritu de vida es retirado de él, y no hay más alma, pero regresa al lugar desde donde fue tomada.
San Justino creía en la inmortalidad del alma, pero no creía que el alma fuera por naturaleza inmortal, sino que creía que Dios las dejaba con vida cuanto tiempo él quisiese.
En el capítulo 105, dice:
"Además, también se predice que Él moriría por crucifixión. Por este pasaje: Libra mi alma de la espada y mi única vida de las garras del perro; sálvame de la boca del león y mi humildad de los cuernos de los unicornios" es un indicio del sufrimiento por el cual Él debe morir, es decir, por crucifixión. Para los 'cuernos de los unicornios', ya les he explicado, son la figura de la cruz. Y la oración para que su alma se salve de la espada, la boca del león y las garras del perro es una oración para que nadie tome posesión de su alma: para que, cuando lleguemos al final de la vida, podamos pedirle la misma petición a Dios, que es capaz de alejar a cada ángel malvado y desvergonzado de tomar nuestras almas. Y que las almas sobreviven, les he mostrado el hecho de que el alma de Samuel fue llamada por la bruja, como Saúl exigió. Y parece también que todas las almas de hombres justos y profetas similares cayeron bajo el dominio de tales poderes, como se puede deducir de los hechos en el caso de esa bruja. Por lo tanto, también Dios nos enseña por medio de Su Hijo por quién parece que se han hecho estas cosas, siempre para esforzarse con seriedad, y en la muerte para orar para que nuestras almas no caigan en manos de tal poder."
Justino, en su Tratado sobre la Resurrección, en el capítulo 10, dice:
"La resurrección es una resurrección de la carne que murió. Porque el espíritu no muere; el alma está en el cuerpo, y sin un alma no puede vivir. El cuerpo, cuando el alma lo abandona, no lo es. Porque el cuerpo es la casa del alma; y el alma la casa del espíritu. Estos tres, en todos aquellos que aprecian una esperanza sincera y una fe incondicional en Dios, serán salvados."
Y esto es importante para entender porqué Justino dice en su Diálogo que no son cristianos aquellos que dicen que no hay resurrección y las almas son llevadas al cielo. Justino, en el mismo capítulo 10, continúa diciendo:
"Considerando, por lo tanto, incluso los argumentos que son adecuados para este mundo, y encontrar que, incluso de acuerdo con ellos, no es imposible que la carne sea regenerada; y viendo que, además de todas estas pruebas, el Salvador en todo el Evangelio muestra que hay salvación para la carne, ¿por qué ya no soportamos esos argumentos incrédulos y peligrosos, y no vemos que estamos retrocediendo cuando escuchamos semejante Argumento como este: ¿que el alma es inmortal, pero el cuerpo mortal, e incapaz de ser revivido? Para esto solíamos escuchar de Pitágoras y Platón, incluso antes de que aprendiéramos la verdad. Si entonces el Salvador dijo esto y proclamó la salvación solo para el alma, ¿qué cosa nueva, más allá de lo que escuchamos de Pitágoras y Platón y toda su banda, nos trajo?"
Se puede ver que él no arremete contra los que dicen que el alma, luego de la muerte física, sigue viviendo, sino contra aquellos que creen que la salvación solo es en el alma y que el cuerpo es imposible que vuelva a la vida y goce de la inmortalidad. Y Justino tiene razón en lo que dice: quienes afirman que la salvación es solo para el alma y no para el cuerpo, negando la resurrección, no son cristianos.
Incluso, en su Primera Apología, en el capítulo 18, dice explícitamente que cree en la inmortalidad del alma:
"Para reflexionar sobre el final de cada uno de los reyes anteriores, cómo murieron la muerte común a todos, lo cual, si se emitiera en insensibilidad, sería una bendición para todos los impíos. Pero como la sensación permanece para todos los que alguna vez han vivido, y el castigo eterno está establecido, ve que descuides el no ser convencido, y que consideres tu creencia, que estas cosas son ciertas. Para dejar de lado incluso la nigromancia, y las adivinaciones que practican los niños inmaculados, y la evocación de las almas humanas difuntas, y los que son llamados entre los magos, los que envían sueños y los espíritus asistentes (familiares), y todo lo que hacen los que son expertos en tales asuntos; permítales persuadirlos de que incluso después de la muerte las almas están en un estado de sensación..."
En el capítulo 20 lo vuelve a decir:
"Y la Sibila y Hystaspes dijeron que debería haber una disolución por parte de Dios de las cosas corruptibles. Y los filósofos llamados estoicos enseñan que incluso Dios mismo se resolverá en fuego, y dicen que esta revolución debe formar al mundo nuevamente; pero entendemos que Dios, el Creador de todas las cosas, es superior a las cosas que deben ser cambiadas. Por lo tanto, si en algunos puntos enseñamos las mismas cosas que los poetas y filósofos a quienes honra, y en otros puntos son más completos y más divinos en nuestra enseñanza, y si solo proporcionamos pruebas de lo que afirmamos, ¿por qué somos odiados injustamente? más que todos los demás? Porque mientras decimos que todas las cosas han sido producidas y organizadas en un mundo por Dios, pareceremos pronunciar la doctrina de Platón; y mientras decimos que habrá una quema de todo, pareceremos pronunciar la doctrina de los estoicos: y mientras afirmamos que las almas de los impíos, que están dotadas de sensación incluso después de la muerte, son castigadas y que esas De lo bueno que se libra del castigo, pasa una bendita existencia, pareceremos decir lo mismo que los poetas y los filósofos; y mientras sostenemos que los hombres no deben adorar las obras de sus manos, decimos las mismas cosas que han dicho el poeta cómico Menander y otros escritores similares, ya que han declarado que el trabajador es mayor que el trabajo."
Y en el capítulo 44, cuando dice que los griegos han tomado cosas del Antiguo Testamento (como decían muchos otros cristianos primitivos, que los paganos habían tomado verdades del judaísmo), afirma:
"Y así, también, Platón, cuando dice: "La culpa es de quien elige, y Dios no tiene culpa", tomó esto del profeta Moisés y lo pronunció. Porque Moisés es más antiguo que todos los escritores griegos. Y lo que hayan dicho tanto los filósofos como los poetas acerca de la inmortalidad del alma, los castigos después de la muerte, la contemplación de cosas celestiales o doctrinas similares, han recibido sugerencias de los profetas que les han permitido comprender e interpretar estas cosas. Y por lo tanto, parece que hay semillas de verdad entre todos los hombres..."
Así que con eso se puede ver que si San Justino resucitara hoy mismo y tuviese que elegir entre con quién coincide más: si los adventistas, o los católicos o los testigos de Jehová, la respuesta es clara.
Taciano
Fue un apologista griego, muerto cerca del año 184, converso en los años 150 y discípulo de San Justino. Al morir Justino, se terminó apartando de la fe y terminó como hereje gnóstico. Taciano no cree en la inmortalidad del alma, sin embargo, es citado por aquellos que la niegan.En su Discurso a los griegos, Taciano niega la inmortalidad del alma, diciendo:
"El alma no es en sí misma inmortal, oh griegos, sino mortal. Sin embargo, es posible que no muera. Si, de hecho, no sabe la verdad, muere y se disuelve con el cuerpo, pero al final vuelve a resurgir al final del mundo con el cuerpo, recibiendo la muerte por castigo en la inmortalidad. Pero, nuevamente, si adquiere el conocimiento de Dios, no muere, aunque por un tiempo se disuelva. En sí misma es oscuridad, y no hay nada luminoso en ella. Y este es el significado del dicho: "La oscuridad no comprende la luz". Porque el alma no conserva el espíritu, sino que es preservada por él, y la luz comprende la oscuridad. El Logos, en verdad, es la luz de Dios, pero el alma ignorante es la oscuridad. Por esta razón, si continúa solitario, tiende hacia abajo hacia la materia y muere con la carne; pero, si entra en unión con el Espíritu Divino, ya no está indefenso, sino que asciende a las regiones donde el Espíritu lo guía: porque la morada del espíritu está arriba, pero el origen del alma es desde abajo. Ahora, al principio, el espíritu era un compañero constante del alma, pero el espíritu lo abandonó porque no estaba dispuesto a seguirlo. Sin embargo, reteniendo como si fuera una chispa de su poder, aunque no pudo, por el motivo de la separación, discernir lo perfecto, mientras buscaba a Dios que se configuraba para sí mismo en sus muchos dioses errantes, siguiendo los sofismas de los demonios."
Lo pongo para mostrar el error de los negadores de la inmortalidad del alma. Niegan que el alma sea inmortal porque no la comprenden, como Taciano. Él considera al espíritu y al alma dos cosas distintas, cuando en realidad es lo mismo.
El espíritu es de naturaleza inmortal, y nuestra alma no contiene el espíritu, nuestra alma ES espiritual.
Niegan la inmortalidad del alma porque piensan que, siendo Dios Inmortal y aquél que concede la vida, no pueden vivir en espíritu aquellos que rechazan a aquel que concede la inmortalidad, entonces, el alma muere. No entienden que los espíritus son inmortales porque así los ha creado Dios, por eso los ángeles y demonios no dejan de existir. Y si los ángeles pueden existir aún estando sin cuerpo, lo mismo nuestros espíritus.
En fin, aunque Taciano negara la inmortalidad del alma, igualmente creía que pueden ser inmortales. Claro, podrían (para él) si Dios quisiera. Y aún así, es el único a quien le podemos dar el crédito a adventistas y testigos de Jehová, que negara la inmortalidad del alma.
Hechos de Pablo y Tecla.
Este texto, escritos cerca del año 160, muestran también que los difuntos seguían con vida:
"Después de esta ceremonia, Trifena la recibe de nuevo en su casa, pues su hija muerta se le había aparecido en sueños y le había dicho: «Madre, tendrás a esta extranjera solitaria, a Tecla, en mi lugar, para que ore por mí y yo sea trasladada al lugar de los justos»."
Acá no solo se refleja la creencia en la inmortalidad del alma, sino que se refleja también la creencia de que hay salvados que no gozan de la visión beatífica (el cielo, en definitiva). Por lo que viene a mostrar la existencia de una purificación luego de la muerte, que puede ser ayudada por nuestras oraciones.
San Policarpo de Esmirna.
San Policarpo fue obispo de Esmirna, fue discípulo del Apóstol San Juan y murió martirizado en el año 155.
Arguyen una cita suya, de El Martirio de Policarpo, la cual es:
"Yo los bendigo a ustedes porque ustedes me han considerado a mí digno de este día y hora, de que yo pueda recibir un lugar entre el número de mártires en la copa de su Cristo, para la resurrección a vida eterna, tanto del alma y del cuerpo, en la incorruptibilidad del Espíritu Santo" (El Martirio de Policarpo, 14: 2).
Sin embargo, veamos lo que dice San Policarpo en su Carta a los Filipenses, capítulo 1:
"... lleva fruto para nuestro Señor Jesucristo, que sufrió para hacer frente incluso a la muerte por nuestros pecados, a quien Dios levantó, habiendo soltado de los dolores del Hades, a quien amáis sin haberle visto, con gozo inefable y glorioso; en cuyo gozo muchos desean entrar; por cuanto vosotros sabéis que es por gracia que somos salvos, no por obras, sino por la voluntad de Dios por medio de Jesucristo."
Está claro lo que es el Hades. No es la inexistencia, como dicen los testigos de Jehová, ni es una simple metáfora para referirse a donde habitan los muertos que dejaron de existir. Verdaderamente se creía que los difuntos seguían existiendo en espíritu, y que en espíritu iban al Hades, Infierno o Sheol (como gusten llamar). Esta era creencia judía, y así lo atestigua, por ejemplo, Flavio Josefo. También era la creencia de los fariseos (en contraposición a los saduceos, que no creían ni en los ángeles, ni en la inmortalidad del alma ni en la resurrección).
Por tanto, no hay que torcer lo que ellos expresaban. Policarpo en ningún momento quiere decir que el alma dejó de existir y volverá a existir, simplemente quiere dejar clara la fe en la resurrección, pues había quienes la negaban. Así lo deja claro:
"Porque todo el que no confiesa que Jesucristo ha venido en la carne, es anticristo; y todo el que no confiesa el testimonio de la cruz, es del diablo; y todo el que tergiversa las palabras del Señor para sus propios deseos carnales y dice que no hay resurrección ni juicio, este hombre es el primogénito de Satanás" (Filipenses 6).
"Porque todo el que no confiesa que Jesucristo ha venido en la carne, es anticristo; y todo el que no confiesa el testimonio de la cruz, es del diablo; y todo el que tergiversa las palabras del Señor para sus propios deseos carnales y dice que no hay resurrección ni juicio, este hombre es el primogénito de Satanás" (Filipenses 6).
Y precisamente, el decir que la resurrección será en alma y cuerpo, viene a fundamentar que lo que deja de existir es la persona, no el alma y el cuerpo, que por separado siguen existiendo.
Tal cita no sirve para mostrar que Policarpo negaba la inmortalidad del alma. Utilicemos su misma lógica pero aplicado a otra doctrina. Por ejemplo, en su carta a los filipenses, capítulo 2, dice:
"Ahora bien, el que le levantó a Él de los muertos nos levantará también a nosotros; si hacemos su voluntad y andamos en sus mandamientos y amamos las cosas que El amó".
Si interpretamos esto como lo hacen aquellos que niegan la inmortalidad del alma, deberíamos concluir que San Policarpo dice que solo resucitarán los que hacen la voluntad de Dios, y no los injustos. Se ve lo absurdo de tal interpretación, pues sabemos que para Policarpo tanto justos como injustos resucitarán.
Pero, de igual forma, acá tenemos el golpe definitivo que muestra que Policarpo SÍ creía en la vida después de la muerte. Carta a los Filipenses, capítulo 9:
"Por tanto, os exhorto a todos a ser obedientes a la palabra de justicia y a soportarlo todo, según visteis con vuestros propios ojos en los bienaventurados Ignacio, Zósimo y Rufo, sí, y en los otros también que han venido a vosotros, así como en el mismo Pablo y en el resto de los apóstoles; estando persuadidos de que todos éstos no corrieron en vano, sino en fe y justicia, y que están en su lugar debido en la presencia del Señor, con el cual han sufrido también. Porque no amaron al mundo presente, sino a Aquel que murió por amor a nosotros y fue resucitado por Dios para nosotros."
"Por tanto, os exhorto a todos a ser obedientes a la palabra de justicia y a soportarlo todo, según visteis con vuestros propios ojos en los bienaventurados Ignacio, Zósimo y Rufo, sí, y en los otros también que han venido a vosotros, así como en el mismo Pablo y en el resto de los apóstoles; estando persuadidos de que todos éstos no corrieron en vano, sino en fe y justicia, y que están en su lugar debido en la presencia del Señor, con el cual han sufrido también. Porque no amaron al mundo presente, sino a Aquel que murió por amor a nosotros y fue resucitado por Dios para nosotros."
San Ignacio de Antioquía.
San Ignacio fue obispo (se cree) de Antioquia, y escribió cartas a varias Iglesias mientras iba como prisionero hacia Roma donde sufriría el martirio devorado por fieras, cerca del año 107.Algunos quieren ver en sus palabras una negación de tal doctrina, y para eso se basan en tres citas suyas, las cuales son:
"Por este fin sufrió el Señor el ungimiento derramado sobre Su cabeza, para que Él pudiera inspirar la inmortalidad dentro de Su Iglesia" (Efesios 17).
"... compartiendo del único y mismo pan, que es la medicina de la inmortalidad, y el antídoto para prevenirnos de morir, pero [que hace] que nosotros vivamos para siempre en Jesucristo" (Efesios 20).
"Sed sobrios como un atleta de Dios: El premio puesto delante de vosotros es la inmortalidad y la vida eterna, de la cual vosotros estáis persuadidos" (Carta a Policarpo, 2).
En lo que dice en ningún momento se niega la inmortalidad del alma. En la última cita, por ejemplo, no hay ningún inconveniente. Es lo mismo que dice Jesús en Juan 6, o lo que se dice en Misa ("Pan de vida"). La eucaristía es antídoto contra la muerte no en el sentido que entienden los negadores de la inmortalidad del alma (la inexistencia), sino el de la separación de Dios. Quien come de la Eucaristía tiene vida porque es fortalecido en la gracia de Dios (la vida espiritual), y evita así la muerte (la separación de Dios).
Ignacio no habla explícitamente de la inmortalidad del alma, pero sí implícitamente. Leyéndolo hay algunos esbozos y cosas interesantes para resaltar.
En su Carta a los efesios, dice:
"Solamente si somos encontrados en Cristo Jesús entraremos en la vida verdadera. Fuera de Él que nada tenga valor para vosotros, sino Aquél por quien yo llevo mis cadenas, perlas espirituales; quisiera resucitar con ellas, gracias a vuestra oración, de la que quisiera ser siempre partícipe para ser hallado en la herencia de los cristianos de Éfeso, que han estado siempre unidos a los apóstoles, por la fuerza de Jesucristo" (Efesios 11).
Lo que me interesó de este punto es que viene a confirmar lo dicho al principio, y que ya menciona San Pablo: la vida se tenía en Cristo, en nadie más; así las almas de los injustos no tenían vida, aunque no dejaran de existir. Porque la vida es concebida como la presencia en Dios, la participación de su divinidad, no el "existir".
"Yo sé quién soy y a quién escribo: yo soy un condenado; vosotros, habéis obtenido misericordia; yo estoy en el peligro; vosotros estáis seguros. Vosotros sois el camino por donde pasan aquellos que son conducidos a la muerte para encontrar a Dios, iniciados en los misterios con Pablo, el santo, quien ha recibido el martirio y es digno de ser llamado bienaventurado. Pueda yo ser encontrado sobre sus huellas cuando alcance a Dios; en todas sus cartas os recuerda en Jesucristo" (Efesios 12).
Bienaventurados los perseguidos a causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos, dice el Señor (Mateo 5,11). La bienaventuranza es el fin último a que está llamado el hombre, a Dios. Por lo que si San Pablo es bienaventurado, hemos de pensar que ha llegado a su meta, a Dios.
Como él mismo dice "Corro hacia la meta, para ganar el premio al que Dios nos llama arriba en Cristo Jesús" (Filipenses 3,14), "Deseo partir para estar con Cristo, lo cual sin dudas es mucho mejor" (Filipenses 1,23), "Cuando vivimos en el cuerpo estamos lejos del Señor... Pero tenemos ánimo e incluso preferimos exiliarnos del cuerpo y vivir junto al Señor" (2 Corintios 5,6-8).
Sigue Ignacio:
"No os equivoquéis, hermanos míos: aquellos que corrompen una familia "no heredarán el Reino de Dios". Así, si los que hacen eso son condenados a muerte, ¡cuánto más aquél que corrompe por su mala doctrina la fe de Dios, por la que Jesucristo ha sido crucificado! Aquél que así sea, irá al fuego inextinguible y lo mismo aquél que lo escuchare" (Efesios 16).
Otra vez, no habla de la inmortalidad del alma, pero contrapone el Reino de Dios, en el cual van los bienaventurados como San Pablo, al fuego inextinguible.
En su Carta a los magnesios, dice:
"... canto la alabanza de las iglesias; y ruego que pueda haber en ellas unión de la carne y del espíritu que es de Jesucristo, nuestra vida siempre segura: una unión de fe y de amor preferible a todas las cosas, y —lo que es más que todas ellas— una unión con Jesús y con el Padre; en el cual, si sufrimos con paciencia todas las asechanzas del príncipe de este mundo y escapamos de ellas, llegaremos a Dios" (Magnesios 1).
"¿cómo podremos nosotros vivir sin aquel a quien los mismos profetas, discípulos suyos ya en espíritu, esperaban como a su Maestro? Y, por eso, el mismo a quien justamente esperaban, una vez llegado, los resucitó de entre los muertos" (Magnesios 9).
Lo interesante de esto es que dice que resucitó a los profetas del Antiguo Testamento, que ya son discípulos suyos en espíritu. Esto podría ser porque Cristo les abrió las puertas del paraíso a las almas justas del Sheol (1 Pedro 3,19), haciendo que los espíritus de los justos llegaran a su perfección (Hebreos 12,22-24), porque el Evangelio fue predicado a los muertos (1 Pedro 4,6).
También escribió una Carta a los Romanos, en la que dice:
"Porque no quisiera que procurarais agradar a los hombres, sino a Dios, como en realidad le agradáis. Porque no voy a tener una oportunidad como ésta para llegar a Dios, ni vosotros, si permanecéis en silencio, podéis obtener crédito por ninguna obra más noble [...] Es bueno para mí emprender la marcha desde el mundo hacia Dios, para que pueda elevarme a Él" (Romanos 2).
"Escribo a todas las iglesias, y hago saber a todos que de mi propio libre albedrío muero por Dios, a menos que vosotros me lo estorbéis. Os exhorto, pues, que no uséis de una bondad fuera de sazón. Dejadme que sea entregado a las fieras puesto que por ellas puedo llegar a Dios." (Romanos 4).
"Los dolores de un nuevo nacimiento son sobre mí. Tened paciencia conmigo, hermanos. No me impidáis el vivir; no deseéis mi muerte." (Romanos 6).
"Mis deseos personales han sido crucificados, y no hay fuego de anhelo material alguno en mí, sino sólo agua viva que habla dentro de mí, diciéndome: Ven al Padre" (Romanos 7).
Como se ve, para Ignacio la muerte es entrar en la vida, es una ganancia (Filipenses 1,21), porque llega a su meta y va a Dios, igual que San Pablo.
También escribió una Carta a Policarpo, y dice en el capítulo 2:
"Sé prudente como la serpiente en todas las cosas e inocente siempre como la paloma. Por esto estás hecho de carne y espíritu, para que puedas desempeñar bien las cosas que aparecen ante tus ojos; y en cuanto a las cosas invisibles, ruega que te sean reveladas, para que no carezcas de nada, sino que puedas abundar en todo don espiritual. Los tiempos te lo requieren, como los pilotos requieren vientos, o un marino zarandeado por la tormenta (busca) un asilo, para poder llegar a Dios. Sé sobrio, como atleta de Dios. El premio es la incorrupción y la vida eterna, con respecto a la cual ya estás persuadido."
Y en el capítulo 6:
"Prestad atención al obispo, para que Dios también os tenga en cuenta. Yo soy afecto a los que están sometidos al obispo, a los presbíteros y a los diáconos. Que me sea concedido el tener mi porción con ellos en la presencia de Dios."
Dice Ignacio que estamos hechos de carne y espíritu, que el espíritu es invisible, siendo el premio la incorrupción y la vida eterna. Y que él desea tener su porción en la presencia de Dios. No hay nada en Ignacio que haga pensar que él creyera que el alma muere sino que al contrario, hay razones para afirmar que él creía en la inmortalidad del alma.
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