lunes, 14 de noviembre de 2022

¿Los Padres contra el Papado? Respondiendo objeciones ortodoxas a argumentos católicos a favor del Primacía del Papa

 

Los argumentos ortodoxos los saco de aquí:

https://en.m.wikipedia.org/wiki/Eastern_Orthodox_opposition_to_papal_supremacy

La verdad, que son unos argumentos pésimos. Pensé que los ortodoxos tenían algo mejor para dar de sí.

  

Argumento católico

Respuesta Ortodoxa

Respuesta Católica

Roma es llamada “Trono Apostólico” [1]

Roma es UN trono Apostólico, no EL trono [2]

 

Para San Agustín, la sede apostólica Romana tenía una supremacía [3]

Para Agustín no hay solo una sede apostólica, sino mucha [4]

Agustín aceptó sin ninguna reserva las cartas de Inocencio I, en las que este dice:

 

“es decretado por una sentencia divina y no humana, que cualquier cosa que sea echa, aun en provincias distantes, no debe finalizar sin haber sido dado a conocer a esta Sede. Que es por su autoridad que todos los pronunciamientos justos deben ser fortalecidos”

Y:

“ustedes consultan los secretos del oficio apostólico ese oficio, me refiero, a la que corresponde, así como las cosas de afuera, el cuidado de todas las Iglesias

 

Como se dice: quien calla, otorga.

Y San Agustín calla, no denunciando nunca esto.

Para San Ignacio, Roma tiene una primacía al presidir en la caridad.

Para San Ignacio solo existen los obispos y no hay evidencia de que aceptara la existencia de la superioridad de un obispo sobre los demás.

Además, no está claro a qué se refiere cuando habla de “presidir”; bien podría ser el presidir solo a Italia.

Que Ignacio hable de obispos y no del primado de Roma, no significa que tal noción no existiera en él, en Roma o en alguna otra Iglesia.

Ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia.

 

Además, la respuesta ortodoxa implícitamente está reconociendo que “presidir” puede indicar algún liderazgo que se extiende más allá de Roma. Por lo que la idea de una superioridad de algún tipo de un obispo sobre otros ya está presente en San Ignacio. Lo que esto viene a contradecir la primera parte de la respuesta ortodoxa que dice que eso no está presente en Ignacio.

En la Bula de San León al concilio de Éfeso se reconoce Pedro vive y habla por boca de León. 

Se dice que no solo León enseña lo mismo que Pedro, sino que también Cirilo lo hace.

La expresión “Pedro ha hablado por boca de…” solo quiere expresar la concordancia de los Padres con la enseñanza de León, y no un reconocimiento de alguna infalibilidad especial del Papa de Roma o primacía que no tuvieran los demás obispos.

En realidad, se dice que Pedro habla por León porque se reconoce en Roma una inmunidad al error el virtud de ser Pedro el fundamento de la Iglesia, y ser Roma la sede con la que hay que estar en unidad puesto que es fiel a la fe.

San Juan Crisóstomo buscó ayuda en el Papa.

a) Crisóstomo apeló a dos obispos más en igual de condiciones que al Papa.

b) Crisóstomo tomó sus votos de un obispo que no estaba en comunión con Roma, y aceptó Flavio como su obispo, que tampoco estaba en comunión con el Papa.

Crisóstomo aceptaba explícitamente la Primacía de San Pedro como vocero, gobernante y jefe de sus hermanos Apóstoles.

Crisóstomo dice que a Pedro se le confirió autoridad sobre sus hermanos, y se le hizo maestro del mundo y no de una sede.

Crisóstomo también llama maestro del mundo a San Pablo, y lo considera en pie de igualdad con Pedro.

Una cosa es ser maestro en cuanto al ministerio de la predicación (San Pablo); otra cosa es ser maestro por la jurisdicción episcopal. A San Pedro se le consideraba maestro del mundo por su jurisdicción y no meramente por su labor misionera.

A Pedro se lo llama Corifeo del coro.

Basilio también llama corifeo a San Atanasio; y llama Corifeo al Papa Dámaso, pero solo de los occidentales y no de oriente.

Crisóstomo también llama corifeo Santiago y Juan y no solo a Pedro [14].

Nada impide que se llame corifeo a distinta personas dependiendo del contexto, pudiendo haber yuxtaposiciones entre distintas aplicaciones.

a) Crisóstomo llama corifeos a las columnas con respecto a los demás Apóstoles; pero incluso en el triunvirato de los corifeos  Pedro es la cabeza y el corifeo de todos. Las columnas son corifeos de los Apóstoles. Y Pedro es corifeo de los corifeos. 

b) Además, es evidente que el sentido en el que se le dice corifeo a Pedro es distinto al sentido al que se lo dicen a las columnas. A las columnas se las llama así por su preeminencia y cercanía al Señor; pero a Pedro se le llama corifeo por su autoridad.

El obispo de Roma tiene la primacía por ser sucesor de San Pedro, que tenía la primacía.

Pedro no fue el primer obispo de Roma, sino que fue fundada conjuntamente por Pedro y Pablo.

Organizaron la Iglesia y pusieron de obispo a Lino mientras éste vivía [16].

Una cosa es la organización o fundación, otra cosa es el episcopado. Pedro y Pablo pudieron organizar juntos la Iglesia (podrían haberla organizado multitud de personas más) pero solo podía haber un solo obispo de la diócesis; y este fue Pedro.

Y que pusieran a Lino cuando Pedro vivía lo único que pude significar es que Lino fuera obispo auxiliar, no titular. Lo cierto es que todos consideraban a Pedro el primer obispo y a Lino el segundo. Lino no aparece en ningún Padre como el primer obispo de Roma.

Y más aún; en ningún lado aparece San Pablo como obispo de Roma tampoco.

 

Para Tertuliano, Crisóstomo y Cirilo de Alejandría, todos los Apóstoles eran iguales estando investidos del mismo poder, no teniendo Pedro ningún poder especial [17] 

Falacia de evidencia incompleta, porque ignora a todos los Padres para quienes Pedro sí tenía un poder especial; e ignora las citas de esos padres alegados que también lo sostiene.

Además de que las citas alegadas no demuestran lo que pretenden.

Crisóstomo habla del mismo poder de los apóstoles referido al poder sacerdotal de perdonar pecados explicando Juan 20,23.

Pedro es considerado la roca sobre la que se edifica la Iglesia [18].

Todos estamos llamados a ser rocas; y la roca no solo es Pedro sino también los demás Apóstoles. Multitud de Padres llaman a otras personas “roca” además de a Pedro [19].

Lo mismo que lo de corifeo:

Nada impide que se llame roca a distinta personas dependiendo del contexto, pudiendo haber yuxtaposiciones entre distintas aplicaciones.

 

La respuesta ortodoxa tendría sentido si los católicos argumentáramos “Solo a Pedro se le puede llamar roca”. Lo cual no es el caso. Sino que el argumento es que a Pedro se le llama roca en un sentido especial y distinto al que se llama a otros.

A Pedro se lo llama Príncipe de los Apóstoles [20].

 

Si tal título significaba un carisma especial, entonces no era exclusivo de Roma, porque Gregorio Magno  en la misma carta dice que hay otras sedes que también son sedes de Pedro [21].

Lo mismo hace Teodoreto.

Aquí se comete una falacia de arenque rojo.

 

Porque no se habla sobre la primacía del sucesor de San Pedro en sede de Pedro, sino que se argumenta que el título de Príncipe de los Apóstoles indica una superioridad de Pedro. Y eso es algo que aparece no solo en esa carta de Gregorio, sino en el discurso de Felipe al concilio de Éfeso y en “Contra Nestorio” de San Juan Casiano.

 

Si los ortodoxos aún van a aceptar la superioridad de Pedro, eso igualmente está en contra de su postura, que indica que los obispos solo tienen una primacía de honor y que todos los obispos eran iguales.

 

Si quieren decir que para San Gregorio dos sedes más (Antioquia y Alejandría) tenían la misma autoridad que la de Roma por ser sedes de Pedro, Príncipe de los Apóstoles; igualmente San Gregorio está en contra de la posición ortodoxa que dice que todos los obispos son iguales entre sí.

Porque textualmente dice San Gregorio que “aunque hay muchos apóstoles , sin embargo, con respecto al principado mismo, la Sede del Príncipe de los apóstoles solo se ha fortalecido en autoridad, que en tres lugares es la Sede de uno”.

Cuando mucho, la objeción ortodoxa solo nos muestra que San Gregorio parece cree en una triarquía universal; pero no que sostenía la postura ortodoxa.

 

Algún ortodoxo dirá: “¡Pero está reconociendo que los papistas están errados!¡San Gregorio no cree en el Primado de Roma!”
Pero la cuestión es que el ortodoxo no solo debe refutar la postura católica romana, sino que al refutarla debe a su vez sostener la ortodoxia. Y al admitir que los Padres creían que Pedro era Príncipe de los Apóstoles por tener autoridad de jurisdicción y no solo de honor, eso tira por el caño la doctrina ortodoxa, aunque tire también la doctrina católica de la primacía única de Roma.

De hecho, nos quedaríamos con que los católicos están más cerca de la verdad.

 

Pero incluso la argumentación ortodoxa falla.

Porque Gregorio está escribiendo una carta al obispo de Alejandría, el cual escribió una carta a Gregorio que la tituló: “Carta de la cátedra de San Pedro, Príncipe de los apóstoles”.

El obispo de Alejandría sostiene un principio doctrinal en el que reconoce a Roma como cátedra de San Pedro de un modo especial y distinto a como lo es Alejandría.

Y es ahí que San Gregorio, en agradecimiento y a modo de humildad, para alabar a los demás tronos apostólicos, les llama también “sedes de Pedro” y todo lo bueno que ellos le atribuyen a él, él se los atribuye a ellos.

 

Gregorio los hace sedes de Pedro porque en Antioquia Pedro presidió 7 años, y a Alejandría porque allí envió a Marcos.

Sin embargo, Roma es sede de Pedro (de un modo especial, distinguido y particular) en la que se sientan sus sucesores, como reconoce el mismo obispo de Alejandría.

Además, el obispo de Alejandría le da al obispo de Roma la bendición de San Marcos; mientras que Gregorio le da a Alejandría la bendición de San Pedro.

Lo cual indica claramente que era distinta la forma en que uno y otro se consideraban sedes de Pedro.

 

Eso como primer punto. Como segundo punto, la interpretación ortodoxa está errada porque Gregorio sí acepta ser superior a los demás obispos:

“Es algo manifiesto que la Sede Apostólica, por disposición de Dios, es puesta sobre todas las Iglesias

(Ep XXX a Juan, subdiácono).

Y también:

“…por la voz del Señor el cuidado de toda la Iglesia le fue confiado al santo Apóstol y Príncipe de todos los Apóstoles, Pedro”

(Ep XX a Mauricio)

 

Y por último: El ortodoxo, si reconoce la primacía de Pedro por ser Príncipe, debe reconocer que esta primacía no puede repartirse en tres sedes. Ni puede alegarse que Pedro fundó varias sedes.

Porque es perfectamente posible que Pedro fundara varias sedes y que, sin embargo, legara el Primado solo a un sucesor y no a muchos, pues evidentemente la supremacía solo puede ser una (en caso contrario, tendríamos un triunvirato).

Por eso Roma siempre alegó una primacía que nunca alegaron para sí Alejandría o Antioquia, reconociendo así implícitamente este punto. Como de igual manera reconocen los ortodoxos diciendo que Roma tenía el primer puesto, aunque necesiten alegar por necesidad que esto era de honor (cosa que no aparece en ningún Padre y que es una auto-justificación de la separación de la Iglesia Ortodoxa).

Cipriano dice explícitamente que San Pedro tenía una primacía sobre el resto de los Apóstoles.

Para Cipriano la primacía de San Pedro es honorífica, puesto que todos los Apóstoles son iguales en poder y son todos igualmente pastores.

Y para Cipriano todos los obispos son iguales entre sí e independientes los unos de los otros [23].

No es eso lo que dice Cipriano, sino una acomodación de los ortodoxos. Para Cipriano San Pedro era el sello de la unidad que tenía su cátedra.

Por lo que claramente hay algo particular en Pedro que no tiene el resto de los Apóstoles, y que no se resuelve simplemente diciendo que es un “Primado de honor”. ¿Qué significa “honor”, cuando tal primado no depende de un honor (mero título o primacía ceremonial) conferido por la Iglesia, sino de un reconocimiento de superioridad jerárquica y un atributo especial de Pedro por el cual hay que estar unido a él indefectiblemente por disposición divina?

¿Y qué es estar en comunión con Pedro si no es profesar la misma fe y reconocer su jurisdicción?

Pero en ese caso: ¿Por qué hay que estar específicamente en unión con Pedro y no con cualquier otro obispo?

Pedro es el garante de la unidad porque es la cabeza, como implícitamente reconocen los ortodoxos al hablar de un primus inter pares o una primacía de honor. Pero no puede ser meramente de honor aquello que se establece por disposición divina y no por disposición eclesiástica.

Si Pedro y sus sucesores son cabezas visibles de la Iglesia a las que hay que estar unidos, significa que la Sede Apostólica tiene primacía por lo menos en cuestiones de Fe y Costumbres, aunque no las tenga en otros asuntos como el gobierno de la Iglesia o la disciplina o la liturgia.

 

Gregorio Magno señala (Epístola 20 a Mauricio, libro V) que otorgó honor a Pedro y la Iglesia de Roma en virtud del concilio de Calcedonia. Y también rechaza que a un obispo se lo llame “obispo universal”.

 

 

Falso. Gregorio dice explícitamente que la primacía de Roma se fundamenta en la disposición divina del primado otorgado primeramente a Pedro que continúa en sus sucesores en la Cátedra de Roma:

 

“Es algo manifiesto que la Sede Apostólica, por disposición de Dios, es puesta sobre todas las Iglesias

(Ep XXX a Juan, subdiácono).

 

Y también, en la misma Epístola alegada por los ortodoxos:

“…por la voz del Señor el cuidado de toda la Iglesia le fue confiado al santo Apóstol y Príncipe de todos los Apóstoles, Pedro”

(Ep 20 a Mauricio)

 

 

Por otro lado, Gregorio en la Epístola no rechaza la idea de que existe un obispo con jurisdicción universal, sino que rechaza que el obispo Juan se llame a sí mismo “obispo universal” cuando resulta que ni siquiera San Pedro, que tuvo el cuidado de la Iglesia universal, se tituló así.

Por lo que Gregorio no está negando el  papado, sino justamente reafirmándolo. Está diciendo: Si Pedro, que tenía autoridad universal, fue humilde y no se atribuyó ese título, ¿por qué Juan, que no tiene esa autoridad universal, sí se atribuye ese título?
Así dice Gregorio:

“He aquí, recibió las llaves del reino celestial, y se le da poder para atar y desatar, se le confía el cuidado y el principado de toda la Iglesia, y sin embargo, no se le llama el apóstol universal; mientras que el santísimo hombre, mi compañero en el sacerdocio Juan, intenta ser llamado obispo universal. Me veo obligado a gritar y decir: ¡Oh tempora, oh mores!

 

He aquí, todas las cosas en las regiones de Europa se entregan al poder de los bárbaros, las ciudades son destruidas, los campamentos derribados, las provincias despobladas, ningún cultivador habita la tierra, los adoradores de ídolos se enfurecen y dominan diariamente para la matanza de los fieles, y sin embargo los sacerdotes, que deberían yacer llorando en tierra y en cenizas, buscan para sí nombres de vanidad y gloria en títulos nuevos y profanos”.

 

 

Y lo que dirá Gregorio es que el título de “Obispo Universal” fue ofrecido por Calcedonia a Roma a título honorífico; pero no que le fue ofrecido una autoridad, que de suyo se origina en la potestad dada por Cristo a San Pedro y transmitida por sucesión:

“Ciertamente, en honor de Pedro, Príncipe de los apóstoles, fue ofrecida por el venerable sínodo de Calcedonia al Romano Pontífice. Pero ninguno de ellos ha consentido nunca en usar este nombre de singularidad, no sea que, dado algo peculiar a uno, los sacerdotes en general se vean privados del honor que se les debe. ¿Cómo, pues, no buscamos la gloria de este título aun cuando se ofrece, y otro se atreve a apoderarse de él aunque no se le ofrezca?”

 

Por tanto, los ortodoxos que alegan esto cometen una terrible falacia.

 

 

El Papa Zósimo no condenó el pelagianismo y fue él mismo condenado por el resto de las Iglesias.

Pensar que eso niega que las demás Iglesias reconocían la autoridad del Papado es como pensar que la FSSPX niega la primacía de Pedro por criticar el Vaticano II y los Papas post-conciliares.

La realidad es que para tiempos del Papa Zósimo está bien establecido que la propia Roma pretendía tener una autoridad sobre toda la Iglesia y consideraba tener la última palabra en temas doctrinales.

 

San Cipriano no se sometió a Roma y le llevó la contraria en cuestión de doctrina.

No procede.

Porque eso cuando mucho demostraría que Cipriano era un proto-galicano, pero no un oriental; porque él reconoce a San Pedro una primacía que no es meramente honorífica.

 

Para San Agustín, Cipriano estaba en su derecho porque un Concilio ecuménico no había resuelto la cuestión.

Y además, un Concilio ecuménico tiene la última palabra y puede invalidar a una iglesia local, incluida la de Roma.

Y también decía que la adhesión a Roma no era necesaria para la unidad.

San Agustín aceptó sin reserva alguna las cartas de Inocencio I en donde éste habla de su primado sobre toda la Iglesia.

 

 

San Vicente de Lérins, al hablar de la regla de la fe, no menciona la adhesión al obispo de Roma sino a lo que enseña toda la Iglesia.

Si nos adherimos a lo que enseña toda la Iglesia, deberíamos rechazar la idea oriental de un “Primado de honor” y aceptar, con los Padres, que el primado de Roma no era solo de honor.




Cuadro II

Verde: acepta infailibilidad

Naranja: llama a Pedro roca o dice que sobre él se fundó la Iglesia

Rojo oscuro: llama a Pedro corifeo o cabeza o portavoz o semejante

Subrayado: explícitamente habla del primado universal

 

Padres que aceptan fuera de toda duda razonable la superioridad de Pedro o de sus sucesores en la Cátedra de Roma.

Padres que parecen negar dicha superioridad, por distintas razones

-Eusebio de Cesarea (Historia Eclesiástica 2:14; 6:25).

-Afraates (Homilia De Paenitentibus 7:15).

-Ambrosiaster (Comentario a Gálatas, PL 17:344).

-San Hilario (Sobre la Trinidad, 6:20).

-San Basilio (Hom. de poenitentia n.4).

-San Gregorio de Nisa (Panegyric on St. Stephen,3).

-San Ambrosio de Milán (Com. Sal,40:30; Exposit. in evang. Luc. X,175-176; De fide IV.56).

-San Juan Crisóstomo (Hom. Ioann. 21,1; Hom. 88 in Ioann. 1; De Eleemosyna, 3:4).

-Optato De Mileve (De schismate donatistarum II).

-Dámaso I (Decreto 3).

-San Jerónimo (Epist. 14; Epist. 16; Contra Jovinianus 1).

-San Agustín (Sobre los Salmos 55[56]:14; 69:4; Ep 43,3,7; Serm 76,3; Serm 295 2,75 9)

-Efrén el sirio (Homilias 4:1).

-Inocencio I Papa (Cartas 29,1; Ep 181; Ep 182).

-Asterio de Amasea (Hom. 8).

-Cirilo de Alejandría (In. Evang. Ioann. II, 1,42; Coment. Mt.; Catequesis 11,3).

-San Juan Casiano (Contra Nestorium,3:12).

-León Magno (Epístola a los obispos de Viena; Sermón III,2-3; Sermón III,3; Sermón 4,11).

-Concilio de Éfeso (Discurso de Felipe, Legado del Romano Pontífice, sesión III).

-Gelasio, Papa (Decreto de Gelasio).

-San Pedro Crisólogo (Epístola 25 de León por Pedro).

-Bonifacio, Papa (A Rufus Obispo de Tesalónica, Epistola 13).

-Omisdas Papa (Libellus professionis fidei)

-Gregorio Magno (Ep. XL; XXX a Juan, subdiácono; Ep a Columbo, XLVIII, Libro II; Ep XX a Mauricio).

-Isidoro de Sevilla (in PL:84)

-Agatón Papa (Al concilio de Constantinopla).

-Máximo el confesor (Opuscula theologica et polémica).

-

-Firmiliano de Cesarea (Epistle To Cyprian, Ep 75(74):17)

Padres que lo aceptan implícitamente, o puede deducirse que lo hacen.

 

-San Epifanio (In Ancorat , 9:6; Panarion, II-III).

-San Panciano de Barcelona (Epist. 3 ad Sempronium n.11)

-Teodoreto de Ciro (Ep. 3 a Ireneo; Ep. 86 a Flaviano).

-Basilio de Seleucia  (Oratio 25)

-Máximo de Turín (Homilía 63)

-Concilio de Calcedonia (Acts of the Council, session 3).

-San Próspero de Aquitania (The Call of All Nations,2:28)

 

 

Si los ortodoxos tienen Padres que niegen explícitamente la autoridad de Roma, estaría genial que los citen, y que no presenten meramente autores por la mitad ni citas torcidas de autores como Gregorio Magno que sí aceptan el Primado de Roma.

sábado, 12 de noviembre de 2022

Por qué no soy protestante

Definición de protestantismo: Conjunto de denominaciones cristianas surgidas en general a partir del siglo XVI y que tienen en común las doctrinas de la justificación solo por la fe, oponiéndose a la doctrina católica de la justificación, y la Sola Escritura, oponiéndose a la doctrina de la Tradición como depósito de la revelación y a la autoridad magisterial de la Iglesia.


  Esta definición es tan amplia que abarca incluso a luteranos y anglicanos.

Pero en realidad excluyendo a luteranos y anglicanos, que en realidad son una minoría, hay varias doctrinas que son comunes a las denominaciones protestantes (sin por eso negar que pueda haber protestantes en particular que no sostenga algunas de estas cosas):

-El rechazo a los deuterocanónicos como libros inspirados.

-El rechazo de la existencia de una Iglesia visible.

-Rechazo de la infailibilidad de la Iglesia.

-Rechazo de la existencia de una cabeza visible y su infalibilidad.

-Rechazo del episcopado monárquico vinculante.

-Rechazo de la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía.

-Rechazo de la Eucaristía como sacrificio propiatorio.

-Rechazo de la existencia de sacramentos.

-Rechazo de la necesidad del bautismo y sus efectos.

-Rechazo de la existencia del purgatorio o purificación del pecado en la otra vida.

-Rechazo de las oraciones o sufragio por los difuntos.

-Rechazo de la intercesión de los Santos.

-Rechazo del poder sacerdotal para absolver los pecados.


Definición de denominación cristiana: congregaciones que profesan las verdades esenciales de la fe cristiana, que consisten en la creencia de la Santísima Trinidad, que el Hijo de Dios se hizo hombre, nacido de una Virgen, para redimir al mundo del pecado por su muerte en Cruz como Mesías prometido, para resucitar al tercer día y ascender al cielo, en donde se sentó a la diestra del Padre para luego volver el último día y juzgar a todos los hombres según sus obras, siendo unos destinados a la vida eterna y otros a la condenación eterna.

Con esta definición se excluye a mormones, Testigos de Jehová, pentecostales unicitarios y cualquier otra secta semejante (“secta” no en un sentido peyorativo).


Aquí simplemente expongo las razones para no ser protestante; pero no aplica para ortodoxos, que coincidirán en todo lo aquí expuesto.

Con esto, pasemos a las razones.


Razón 1: Varias doctrinas protestantes son manifiestamente falsas a la luz de la Sagrada Escritura y la Tradición.


   En efecto, la Escritura enseña explícitamente doctrinas que muchísimos protestantes niegan. Y la que creo que es más clara y relevante de estas es la doctrina de la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía. Esto por sí solo basta para rechazar gran parte de las denominaciones protestantes y quedarse solo entre las Iglesias anglicana y luterana. 

 Otra doctrina negada es la necesidad del bautismo para la salvación y los efectos que produce, donde para gran parte de los protestantes solo es una manifestación pública de la fe y no un sacramento.

 En esto también se incluye la doctrina de la Iglesia jerárquica, visible, infalible e indefectible. 


  Y eso que solo estoy hablando de doctrinas que son explícitamente enseñadas por la Escritura, no metiéndome con otras igual de relevantes.


Razón 2: Varias doctrinas que muchos protestantes impugnan como errores al Catolicismo, apelando solo a la Escritura son indemostrables que sean verdaderamente errores y doctrinas falsas.


  En efecto, muchos protestantes discrepan con la enseñanza católica en doctrinas tales como la veneración de los Santos, la intercesión de los Santos, el bautismo de infantes y la licitud del uso y veneración de imágenes. Pero hasta ahora no he podido encontrar protestantes que me demuestren racionalmente y con base a las Escrituras que tales doctrinas son falsas. E incluso hay protestantes que aceptan algunas de tales doctrinas, por lo que tampoco hay uniformidad en esto.

   Sin embargo, muchos protestantes apelan a estas doctrinas como motivos de sobrepeso como no ser católicos. Y dedican una gran cantidad de tiempo a tratar estas cuestiones que ni siquiera pueden demostrar que sean erróneas.

   Tomemos, por ejemplo, la intercesión de los Santos.

  Algunos protestantes iniciarán negando la posibilidad de la intercesión de los Santos en el hecho de que los difuntos no tienen consciencia. Pero en general un protestante dirá que no es posible que intercedan porque solo es Cristo es Mediador. Sin embargo, él mismo aceptará que los unos podemos interceder por los otros. A esto responderá el protestante que una cosa es interceder los unos por los otros aquí en la tierra, y otra es pedir intercesión a los Santos en el cielo. Sin embargo, cuando se le pida que diga en qué fundamenta esa distinción del poder pedir intercesión entre nosotros pero no pedir intercesión a los Santos o Ángeles, responderá que éstos no son omniscientes. Pero es evidente que la misma Escritura enseña que en el Cielo los ángeles tienen conocimiento de lo que sucede aquí en la Tierra; y que los difuntos recuerdan su vida en la Tierra. Esto ningún protestante me lo ha negado, y sin embargo no se entiende de dónde deduce que los Santos y Ángeles no pueden conocer las peticiones de los fieles.

   Por lo que resulta que, al final, para el protestante sí es teóricamente posible que los Santos y Ángeles intercedan y fundamenta todo su rechazo a tal doctrina en una imposibilidad cuasi absoluta del alma separada y de la sustancia espiritual de tener conocimiento contingente del mundo físico. Pero justamente tal imposibilidad no la puede derivar de la misma Escritura, siendo que la misma Escritura da esbozos de lo contrario.

Esto es solo un ejemplo.


Otro ejemplo es la idea de venerar a los Santos, o específicamente a la Virgen María (al parecer a veces ignoran que la veneración a María y los Santos es cualitativamente la misma: dulía).

  Lo primero que dirán es una de dos: O que la Biblia no muestra a los Apóstoles o Jesús mandando a venerar a María, o que los católicos cometemos idolatría y eso la Biblia lo condena. Sin embargo, esto se neutraliza fácilmente mostrando cómo la Escritura sí enseña que hay que rendir dulía a los Santos y, por ende, a María; y que esto no es equiparable a la latría.

   Esto lo aceptan a punto tal que ni siquiera se ponen luego a discutirlo, sino que simplemente luego pasan a criticar el modo en que los católicos rinden dulía y a tratar de justificar porqué los católicos en realidad están tributando latría a los Santos y no dulía.

   Y es allí que pasan a criticar prácticas como prender velas, tener imágenes, postrarse ante ellas; eso cuando están en lo correcto, porque cuando no es así saltan con disparates tales como que le rezamos a las imágenes (evidentemente no hacemos eso).

  Pero centrándonos en lo primero, cuando se les demuestra cómo en la misma Escritura signos como el postrarse no indican necesariamente latría sino también dulía y que lo mismo aplica para lo demás, queda entonces muy poco que discutir.


Lo mismo con la cuestión de las imágenes: rechazarán las imágenes apelando a toda la letanía de versículos en los que la Escritura condena la idolatría y los ídolos. Todo eso se desmorona cuando se parte de la distinción entre ídolo e ícono, y entre la dulía y latría relativa y absoluta; y mostrando cómo tales ideas son bíblicas y racionales, y que las aceptamos todo el tiempo (incluso los protestantes) y que no son meras distinciones abstractas sacadas de la manga.


Podríamos seguir mostrando todo esto con las demás doctrinas, pero se entiende el punto.


Por lo que: Si yo fuera un cristiano sin denominación pero quisiera tomar una postura, y analizara los argumentos a favor y en contra de cada doctrina, llegaría a la conclusión de que en realidad no está demostrado razonablemente que son falsas, que está demostrado en cambio que es más razonable pensar que son verdaderas y que, por tanto, son otro motivo más para ser católico.


Razón 3: El protestantismo es inconsistente al dogmatizar un Canon sin creer en el Magisterio y negar que la Tradición sea fuente de Revelación, sosteniendo así la Sola Escritura

 

   Para rechazar doctrinas católicas como la intercesión de los Santos, el purgatorio y la oración por los difuntos los protestantes suelen alegar que a tales doctrinas los católicos simplemente las fundamentamos en los libros deuterocanónicos (algo falso, pero es lo que he visto que dicen). Por lo que ellos negarán que los deuterocanónicos sean libros inspirados, con lo cual no se ven obligados con las enseñanzas de estos libros.


   Con esto los protestantes buscan dogmatizar el canon y decirle a los católicos que tienen un canon equivocado. Es decir, los protestantes pretenden que es demostrable que su canon es el correcto.

   Pero los argumentos por los cuales los protestantes quieren demostrar que su canon es el verdadero y por los cuales hay que desechar los deuterocanónicos son tremendamente débiles, y en general apelan a la Tradición, sea judía o sea cristiana.


   Además tal argumentación es fútil, porque es evidente que en el protestantismo, al no existir una autoridad infalible, no puede existir tampoco un canon definido que sea vinculante para todos los cristianos; y la doctrina de la Sola Escritura agrava aún más esto porque la misma Escritura no define cuáles son sus libros y cuáles no ni la Tradición sirve para resolver la cuestión de modo vinculante.

   Pero es tremendamente paradójico que los protestantes se vean obligados a apelar a la Tradición y confiar en ella para sostener que de ella nos viene el canon. Sin embargo, puesto que se rechaza por principio que algo como la Tradición sea vinculante, es evidente que absolutamente ningún cristiano estaría obligado a seguir a la Tradición en esto, puesto que la misma Tradición no es infalible.

   Además, muestra que son enormemente selectivos a la hora de apelar a la Tradición, puesto que aceptan esto del canon pero consideran que en gran cantidad de otros temas la Tradición está errada y la rechazan. 

   Por otro lado, incluso los libros del Nuevo Testamento no afirman en ningún lado ser inspirados, menos Apocalipsis. La idea de inspiración no aparece en Mateo, Marcos, Lucas, Juan o Hechos, y tampoco en las cartas de San Pablo.  Por lo que la propia idea de que los libros del Nuevo Testamento sean inspirados no se encuentra en el Nuevo Testamento; lo cual va en contra de la misma doctrina de la Sola Escritura.  

   Por lo que, siendo protestante, parecen consistentes con su propia doctrina aquellos que rechazan tal o cual libro como Judas, Santiago o Apocalipsis; y estarían en todo su derecho de hacerlo según los principios que acepta. Si alguien puede eso, nada impediría que alguien rechazara como apócrifas los llamado deuterocanónicos del Nuevo Testamento apelando a la crítica textual moderna.


En el Catolicismo nada de esto es un problema, porque tanto Biblia como Tradición son fuentes de revelación, y a su vez existe una autoridad infalible que puede determinar cuál es el canon.


Razón 4: El protestantismo destruye la indefectibilidad de la Iglesia

  Al separar al Cuerpo de Cristo de cualquier estructura eclesiástica jerárquica gubernamental, subsistiendo la Iglesia simplemente en la multitud de creyentes en Cristo separados en tiempo y en espacio, el protestantismo lleva a negar la indefectibilidad de la Iglesia visible.

De esto derivan su rechazo a la autoridad de la Iglesia Católica y su consideración de que ha caído en error o en apostasía.

  Sostienen que la Iglesia no está dotada de infalibilidad, lo que lleva necesariamente a que la jerarquía de la Iglesia primitiva post-apostólica podría enseñar doctrinas erróneas, y hacer Concilios con declaraciones de fe con doctrinas manifiestamente falsas. Eso sería perfectamente plausible, y los cristianos simplemente no tendrían ninguna obligación de asentir a tales declaraciones de fe erradas. Como la Iglesia son los creyentes y no un cuerpo jerárquico gubernamental no habría ningún problema con esto; los cristianos lo único que deberían hacer es no obedecer a los pastores con sus doctrinas erradas y, simplemente, formar sus propias congregaciones.

   Pero toda esta doctrina protestante es completamente falsa, por cuanto la misma Escritura enseña que la Iglesia de Cristo tiene pastores con autoridad que pueden enseñar de modo infalible determinando cuestiones de fe asistidos por el Espíritu Santo.

Negado esto la potestad de enseñar de la Iglesia queda reducida a la mera exhortación o recomendación, pero sin ser vinculante para los cristianos. Eso nos lleva al siguiente punto.


Razón 5: El protestantismo destruye la unidad de la Iglesia

   El protestantismo ha llevado necesariamente a multitud de divisiones entre los cristianos. Llegan a creer en una Iglesia invisible a la que pertenecen multitud de personas de diferentes denominaciones que incluso se tachan de heréticos entre sí. Además, por negar el episcopado monárquico ningún cristiano está obligado a sujetarse a su pastor, y ante cualquier discrepancia doctrinal o de disciplina moral cualquiera puede formar su propia congregación o pasarse a otra ya existente. Incluso es evidente que los pentecostales no reconocen ninguna autoridad a un obispo episcopal, anglicano, luterano, católico u ortodoxo; ni reconocen sus concilios.

   Sin embargo, esto es claramente un disparate y no tiene nada que ver con la Iglesia Apostólica, donde había una sola Fe y una comunión de todas las Iglesias, donde en cada Iglesia los fieles debían someterse a sus autoridades y donde desobedecerlas y separarse constituye cisma.

   En este protestantismo que acepta una Iglesia invisible a la que pertenecen todos los cristianos de todas las denominaciones no puede existir la idea de cisma.


Razón 6: El protestantismo es una innovación que sería considerada herética y cismática por todos los Padres y los mismos Apóstoles

  Es una realidad evidente que el protestantismo es innovador, por cuanto creencias como la negación de la Presencia Real, el carácter sacrificial de la Misa, la intercesión de los santos, la oración por los difuntos, la Virginidad de María y el episcopado monárquico son ideas rupturistas con la Iglesia precedente. Eso lo reconocen los mismos protestantes; y reconocen asimismo que se separan de la Iglesia Católica, y muchos ni siquiera reconocen a los católicos el carácter de cristianos.

  Esta actitud, evidentemente, habría sido considerada cismática y herética por los Padres de la Iglesia; aquellos a los que los mismos protestantes muchas veces apelan y citan. Por lo que no es coherente a la vez estar en comunión con los Padres y ser protestante; puesto que todos los Padres habrían lanzado el anatema contra ellos.

 Muchos protestantes, entonces, apelarán a que tal o cual Padre no sostenía lo que la Iglesia Católica enseña sobre tal o cual cuestión (v.gr. San Juan Crisóstomo no creía que María tuviera inmunidad al pecado actual; San Jerónimo no creía que los deuterocanónicos fueran inspirados). Pero la realidad es que en muchas cuestiones los Padres estaban de acuerdo con doctrinas que los protestantes niegan y consideraban herejes a los que los negaban (v.gr. San Jerónimo, San Efrén y San Agustín tachan de herejes a los que niegan la Virginidad perpetua de María); y aunque los Padres podían errar en cuestiones todavía no definidas sin embargo se habrían sometido a la enseñanza infalible de la Iglesia si ella se hubiese pronunciado, cosa que los protestantes no hacen. Justamente los protestantes se glorían de hacer lo contrario. 


Todas estas razones me impiden a mí ser protestante.


domingo, 6 de noviembre de 2022

Infiltración teológica del Vaticano II

 Encontré una publicación con ese título: https://www.facebook.com/TradCathPR/posts/pfbid0S5PvBLhpamBWNXq2d7EKUxUSAco57KAqunf951uhdfsoBrk9XH9UdiU627Ynr8hfl

Pero como dice cosas tendenciosas me vi obligado en responderlo. 


Que la Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia Católica no quiere decir que la Iglesia de Cristo no es la Iglesia Católica, sino que quiere señalar que fuera de la Iglesia visible se encuentran elementos de santificación. Así lo explica la Congregación para la Doctrina de la Fe.

https://www.vatican.va/.../rc_con_cfaith_doc_20070629...


Que haya personas “fuera” de la Iglesia que puedan salvarse es algo que ya acepta Santo Tomás de Aquino, y San Agustín también.

De allí viene la distinción entre herejes materiales y herejes formales, y la distinción entre ignorancia vencible e ignorancia invencible. Los herejes materiales con ignorancia invencible pertenecen espiritualmente a la Iglesia por el votum Ecclesiae, y por ello conseguir la justificación. Eso lo dice Ludwig Ott.

Y la idea de que están unidos de alguna manera a la Iglesia se debe, justamente, a que solo por la Iglesia hay salvación. Es una reafirmación del Extra Ecclesia nulla salus.

Por lo que el Vaticano II, al expresarse así, simplemente busca expresar lo que la Iglesia ya aceptaba.


Y además, el mismo Vaticano II en la Unitatis Redintegratio, n.3, identifica al Cuerpo de Cristo con la Iglesia Católica como una misma cosa: “Solamente por medio de la Iglesia católica de Cristo (…) para constituir un solo Cuerpo de Cristo en la tierra, al que tienen que incorporarse totalmente todos los que de alguna manera pertenecen ya al Pueblo de Dios”.


Lo mismo la Lumen Gentium:

“El es la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia (…) Cristo, en verdad, ama a la Iglesia (…) colma de bienes divinos a la Iglesia, que es su cuerpo y su plenitud (…)

Cristo, el único Mediador, instituyó y mantiene continuamente en la tierra a su Iglesia (…)Mas la sociedad provista de sus órganos jerárquicos y el Cuerpo místico de Cristo (…)

Esta es la única Iglesia de Cristo, que en el Símbolo confesamos como una, santa, católica y apostólica” (nn. 7-8).

Por lo que aquí no hay contradicción con la Mystici Corporis.


Por otro lado, no se entiende de qué manera la Iglesia no apela a la conversión sino a la conversación, cuando el mismo Vaticano II promulgó el decreto Ad Gentes sobre la actividad misionera de la Iglesia, donde dice textualmente que la Iglesia pretende la conversión de los hombres que no están en ella:

“La Iglesia peregrinante es misionera por su naturaleza” (n. 2).


“La misión, pues, de la Iglesia se realiza mediante la actividad por la cual, obediente al mandato de Cristo y movida por la caridad del Espíritu Santo, se hace plena y actualmente presente a todos los hombres y pueblos para conducirlos a la fe, la libertad y a la paz de Cristo por el ejemplo de la vida y de la predicación, por los sacramentos y demás medios de la gracia, de forma que se les descubra el camino libre y seguro para la plena participación del misterio de Cristo” (n. 5).


“El fin propio de esta actividad misional es la evangelización e implantación de la Iglesia en los pueblos o grupos en que todavía no ha arraigado.

(…)

El medio principal de esta implantación es la predicación del Evangelio de Jesucristo” (n. 6).


“La razón de esta actividad misional se basa en la voluntad de Dios, que "quiere que todos los hombres sean salvos y vengas al conocimiento de la verdad” (…) Es, pues, necesario que todos se conviertan a El, una vez conocido por la predicación del Evangelio, y a El y a la Iglesia, que es su Cuerpo, se incorporen por el bautismo” (n. 7).


Incluso la Gaudium et Spes, n. 28 dice que el diálogo no implica atenuar el anuncio de la verdad: “Esta caridad y esta benignidad en modo alguno deben convertirse en indiferencia ante la verdad y el bien. Más aún, la propia caridad exige el anuncio a todos los hombres de la verdad saludable”.


Luego, sobre las opiniones de Rahner de que la resurrección de Jesús no ocurrió en la Historia y que el mismo Cristo fue salvado, es irrelevante porque el Vaticano II no enseña eso.


Luego, sobre la Dignitatis Humanae, se dice:

“Pero la Dignitatis humanae parece sugerir que los católicos deberían esforzarse en buscar la libertad religiosa de todas las (falsas) religiones, equiparándolas al catolicismo”.

Y se afirma también que no existe derecho a creer en una falsa religión, porque no existe derecho a obrar mal.


Sobre lo de equiparar la Religión Católica con las demás religiones, la Dignitatis Humanae dice precisamente lo contrario:

“Creemos que esta única y verdadera religión subsiste en la Iglesia Católica y Apostólica (…) Por su parte, todos los hombres están obligados a buscar la verdad, sobre todo en lo que se refiere a Dios y a su Iglesia, y, una vez conocida, a abrazarla y practicarla (…) deja íntegra la doctrina tradicional católica acerca del deber moral de los hombres y de las sociedades para con la verdadera religión y la única Iglesia de Cristo” (n. 1).

Por tanto, no hay equiparación.


Después, una cosa es el derecho moral, pero otra cosa es el derecho civil. La Dignitatis no trata del derecho moral, sino de los límites del poder represivo del Estado para con actos que pueden ser malos moralmente hablando. Lo dice al inicio:

“la libertad religiosa que exigen los hombres (…) se refiere a la inmunidad de coacción en la sociedad civil” (Y por ello “deja íntegra la doctrina tradicional católica acerca del deber moral de los hombres…”).


Todos reconocen que es contrario a la doctrina católica el forzar a los infieles a bautizarse, porque la fe es libre; y sin embargo, eso implicaría dejarles con la libertad de seguir en sus falsas religiones (por principio de tercero excluido: o los forzamos a la fe o tienen libertad, no hay tercera opción). Aunque pequen en su infidelidad, sin embargo no pueden ser obligados a la Fe. Y en esto que se dice que tienen derecho, en que no pueden ser obligados a la conversión; no en que pueden obrar mal sin cometer pecado.


Así León XIII:

“Es, por otra parte, costumbre de la Iglesia vigilar con mucho cuidado para que nadie sea forzado a abrazar la fe católica contra su voluntad, porque, como observa acertadamente San Agustín, «el hombre no puede creer más que de buena voluntad»” (Immortale Dei, n. 18).


También Santo Tomás de Aquino:

“Entre los infieles hay quienes nunca aceptaron la fe, como son los gentiles y los judíos. Estos, ciertamente, de ninguna manera deben ser forzados a creer, ya que creer es acto de la voluntad” (Suma Teológica, II-II, 10, 8).


Y también sobre los ritos de las falsas religiones (o sea, el culto público):

“El gobierno humano proviene del divino y debe imitarle. Pues bien, siendo Dios omnipotente y sumamente bueno, permite, sin embargo, que sucedan males (…) Así, pues, en el gobierno humano, quienes gobiernan toleran también razonablemente algunos males (…) Por consiguiente, aunque pequen en sus ritos, pueden ser tolerados los infieles, sea por algún bien que puede provenir de ello, sea por evitar algún mal” (Suma Teológica, II-II, 10, 11).

Eso debería ser claro en cuanto que la misma Dignitatis Humanae dice que deja intacta la doctrina sobre el deber moral de buscar la verdad.

La Historia de Bonifacio solo nos habla de cómo eliminó el culto público de los paganos, pero eso no hace que los paganos abandonen el error ni hubiese dado el derecho a San Bonifacio de forzar a los paganos a la conversión.


Y sobre la contraposición entre la antigua doctrina de la tolerancia y la del derecho a la libertad de la Dignitatis Humanae, hablando de los infieles esto solo nos habla del culto público. Porque evidentemente no puede haber simple tolerancia de la infidelidad interior, en la conciencia, como si dependiera de la voluntad de la autoridad civil el dejar de tolerarlo y obligar a los infieles a la conversión, porque es obvio que no tiene esa potestad.


Así dice León XIII:

“si bien la Iglesia juzga ilícito que las diversas clases de culto divino gocen del mismo derecho que tiene la religión verdadera, no por esto, sin embargo, condena a los gobernantes que para conseguir un bien importante o para evitar un grave mal toleran pacientemente en la práctica la existencia de dichos cultos en el Estado” (Immortale Dei, n. 18).


Se tolera para conseguir un bien o para evitar un mal, en razón del bien público o bien común.

Si la tolerancia es dañina al bien público, debe disminuirse; si le es favorable, es un bien (Libertas praestantisimum, n. 23).


Lo que viene a hacer la Dignitatis es a decir que la tolerancia permite conseguir un bien, que es la conversión. Además de otro bien, que es la paz.


El mismo Santo Tomás establece que una de las causas que permite tolerar los cultos de los infieles es justamente la conversión libre a la fe (además de la paz, puesto que evita la discordia):

“No hay, en cambio, razón alguna para tolerar los ritos de los infieles, que no nos aportan ni verdad ni utilidad, a no ser para evitar algún mal, como es el escándalo, o la discordia que ello pudiera originar, o la oposición a la salvación de aquellos que, poco a poco, tolerados de esa manera, se van convirtiendo a la fe” (Suma Teológica, II-II, 10, 11).


Pero el mismo Concilio dice que puede limitarse la libertad religiosa cuando es dañina:

“Además, puesto que la sociedad civil tiene derecho a protegerse contra los abusos que puedan darse bajo pretexto de libertad religiosa, corresponde principalmente a la autoridad civil prestar esta protección. Sin embargo, esto no debe hacerse de forma arbitraria, o favoreciendo injustamente a una parte, sino según normas jurídicas conformes con el orden moral objetivo. Normas que son requeridas por la tutela eficaz de estos derechos en favor de todos los ciudadanos y por la pacífica composición de tales derechos, por la adecuada promoción de esta honesta paz pública, que es la ordenada convivencia en la verdadera justicia, y por la debida custodia de la moralidad pública” (n. 7).


Por lo que aquí están los dos principios sobre la tolerancia: permitir cuando es útil, limitar/prohibir cuando es dañino.

Cuándo es útil: la doctrina tradicional dirá que solo cuando evita un mal como la discordia o el escándalo, y cuando permite un bien como la conversión. La Dignitatis dirá que es en general siempre útil, porque permite la conversión y trae la paz.


La verdadera innovación del Vaticano II simplemente es incluir a los herejes y cismáticos dentro de esa libertad religiosa, cuando antes se consideraba que sí podían ser forzados a la fe.


Sobre Nostra Aetate, con respecto a los hindúes y budistas, cualquiera que lea el documento y no solo las dos oraciones citadas en el texto puede ver que están queriendo concluir más de lo que el texto dice. Porque el mismo no está hablando de la veracidad o efectividad de tales doctrinas, sino describiendo lo que tales doctrinas enseñan.


Sobre el hinduismo, el texto no dice que “contemplan el misterio divino”, sino que escrutan (eso dice en latín: Ita in Hinduismo homines mysterium divinum scrutantur) o investigan (en su versión en español) el misterio divino; es decir, que lo observan o examinan con minuciosidad. Y por el contexto, se habla de la labor intelectual, de razón, por la cual se busca comprender el misterio divino, que luego lo expresan en mitos y filosofía.

Eso no nos habla sobre si con su observación o examen llegan a la verdad sobre Dios; y no tiene nada que ver con la oración de contemplación (de la que justamente habla el Catecismo, nn. 2709-2719).

Y sobre el budismo, se está describiendo su doctrina; no diciendo que tal doctrina es efectiva y que el camino que enseñan es correcto. Justamente en el párrafo siguiente el mismo documento dice que Cristo es el camino (Jn. 14,6).


Luego, sobre que los musulmanes adoren al mismo Dios que nosotros.

Tal cosa lo dice incluso San Justino sobre los judíos, que ciertamente no adoran a la Trinidad:

"Pero tampoco creemos nosotros que uno sea nuestro Dios y otro el de ustedes, sino el mismo que sacó a sus padres de la tierra de Egipto con mano poderosa y brazo excelso; ni en otro alguno hemos puesto nuestra confianza -pues tampoco le hay-, sino en el mismo que ustedes, en el Dios de Abrahán y de Isaac y de Jacob" (Diálogo con Trifón, 11.1).


Y también el Catecismo Mayor de San Pío X:

“227 ¿Quiénes son los infieles? - Infieles son los que no tienen el Bautismo ni creen en Jesucristo, o porque creen y adoran falsas divinidades, como los idólatras, o porque, aún admitiendo al único verdadero Dios, no creen en Cristo Mesías, ni como venido ya en la persona de Jesucristo ni como que ha de venir: tales son los mahometanos y otros semejantes”.


Y el mismo Catecismo Romano dice que había pueblos que adoraban a Dios, aún sin conocer la Trinidad:

“Sin embargo, hízose necesaria la explícita prohibición por la ignorancia religiosa de muchos pueblos antiguos que, ADORANDO AL VERDADERO DIOS (no conocían la Trinidad), pretendían al mismo tiempo mantener el culto de otras muchas falsas divinidades”.


Luego, sobre que los masones coincidirían sin reservas a todo lo dicho antes, es completamente falso.

Citan al Vaticano II por la mitad, ignorando lo que no les conviene para esa interpretación y encima dándole a lo que citan un sentido que no era el que le buscaba dar el Concilio. El Vaticano II en NINGÚN lado dice que las demás religiones BASTAN para iluminar a la humanidad. Explícitamente dice lo contrario, incluso en la misma Nostra Aetate:

“La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. (…) Anuncia y tiene la obligación de anunciar constantemente a Cristo, que es "el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn., 14,6), en quien los hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa y en quien Dios reconcilió consigo todas las cosas”.


O Lumen Gentium:

“…esta Iglesia peregrinante es necesaria para la salvación. (…)no podrían salvarse aquellos hombres que, conociendo que la Iglesia católica fue instituida por Dios a través de Jesucristo como necesaria, sin embargo, se negasen a entrar o a perseverar en ella”.


El cual también dice textualmente, sobre los infieles:

“Pero con mucha frecuencia los hombres, engañados por el Maligno, se envilecieron con sus fantasías y trocaron la verdad de Dios en mentira, sirviendo a la criatura más bien que al Creador (cf. Rm 1,21 y 25), o, viviendo y muriendo sin Dios en este mundo, se exponen a la desesperación extrema”.


Esas son las cosas que debía aclarar.